Habemus Papa

Crítica de Javier Porta Fouz - HiperCrítico

Aplaudan

Nanni Moretti es uno de los más grandes directores del cine actual, y además uno de los más personales (sino el más). Ha sabido construir una autobiografía fílmica única y diversa mientras ha delineado con fuerza, con porciones de furia, con una recientemente obtenida calma y con mucha lucidez una singular pintura crítica de la sociedad italiana contemporánea.

En Habemus Papa, presentada en Cannes en mayo, se nos cuenta que murió el Papa, y que hay que elegir otro. Hay varias votaciones en el cónclave cardenalicio, y resulta electo uno que no estaba entre los favoritos. Se llama Melville, y lo interpreta Michel Piccoli. Melville no puede hacerse cargo del cargo y un psicoanalista (Moretti) entra en escena: entra en el Vaticano. Moretti cuela así a Freud en el microestado teocrático. El Papa electo y el psicoanalista elegido se encontrarán brevemente, y a partir de ahí Melville saldrá del Vaticano y el psicoanalista se quedará adentro.

Uno de los personajes interpretados por Moretti en su cine, el ya clásico Michele Apicella (presente en cinco películas), era en la imprescindible Palombella rossa (1989) un militante comunista y jugador de waterpolo que había perdido la memoria. Michele combatía a los gritos, a los cachetazos y con explosiones varias aquello que lo enfurecía: así, se peleaba con una periodista o con un adversario deportivo por la utilización de determinados términos, por la forma de hablar. En Habemus Papa su psicoanalista ya no es un gritón enfurecido. De hecho, desde Aprile (1998) Moretti no interpreta esos personajes que explotaban ante todo lo que estaba mal ética y/o estéticamente. En el final de esa película Nanni decidía tirar por el aire –literalmente– los papeles que guardaba como archivo y prueba de la infamia cultural presente en los medios, mientras decía “¿y qué me importa si tal actriz dice tal cosa?”. Nanni aprendía, al final de Aprile, en la mitad de su vida, que para estar presente en el mundo a veces hay que retirarse de ciertas zonas del mundo.

Habemus Papa puede resultar extraña para quien espere (como yo –morettiano devoto– en una primera visión) un festival de dardos directos hacia la Iglesia, las jerarquías, el papado, etc. Moretti actor, en este personaje de psicoanalista calmo, observa, hace jugar a los cardenales, los radiografía, conversa con ellos. El psicoanalista anterior interpretado por Moretti en su cine, el de La habitación del hijo, afrontaba el máximo dolor, la máxima angustia: la muerte de un hijo. Este psicoanalista de Habemus Papa “pierde al Santo Padre” y no está especialmente preocupado, más bien parece muy contento al mitigar esa ausencia con un rutilante torneo de volley cardenalicio. Moretti director-autor se permite una película engañosa: estos cardenales mayormente inocentones, buenazos, son útiles para hacer chistes, para jugar, para criticarse entre sí un poco, para verse envueltos en un encierro inusual pero que no deja de remitir a un aislamiento más general. Moretti, cada vez más astuto, hace que los cardenales aplaudan al ritmo de “Todo cambia” interpretada por Mercedes Sosa: “cambia, todo cambia… cambia el modo de pensar, cambia todo en este mundo…”. La película es engañosa incluso porque engaña sobre ser engañosa: Moretti es cada vez más claro, directo, de estilo límpido, sólo hay que escuchar, ver, disfrutar de la lucidez crítica –ahora madura, reposada– de un cineasta imprescindible.