Guerra Mundial Z

Crítica de Paraná Sendrós - Ámbito Financiero

Para los fans de grandes efectos y las de Brad Pitt

Por enésima vez en la historia del cine la humanidad está en peligro y, para regocijo del público, un hábil, audaz y bonito norteamericano la salva. Sólo hay dos variantes principales: esta vez el hombre trabaja para las Naciones Unidas, y el peligro es una pandemia de zombies. Semejante multitud de tipos más angurrientos que la marabunta, encima feos, hediondos y difíciles de exterminar, nunca se había visto. Encima parecen los más ágiles de su especie.

¿Hay despliegue? Hay desde el comienzo, con el caos invadiendo las calles de Filadelfia (en verdad son las calles de Glasgow maquilladas para la película) pero después ya uno se acostumbra. Igual que a los anteojitos, las masas enloquecidas de uno y otro sector, apariciones sorpresivas, persecusiones, gritos, tiroteos, recuentos de víctimas y viajes a la disparada. Porque nuestro héroe va por todas partes en busca de un antídoto que debe conseguir cuanto antes. ¿Lo consigue? Y si no, ¿para qué pagamos la entrada?

En síntesis: película que gustará a los amantes de grandes espectáculos en grandes salas, y a las novias de Brad Pitt, que luce ridículo con raya al medio y cara de pavo pero igual lo quieren. Pero hasta ahí llegamos. Gustará menos a quienes exigen cierta lógica en la pintura de caracteres y situaciones (se dice que el resultado inicial fue tan malo que obligó a tomar otros guionistas, filmar siete semanas más y cortar a como venga varias escenas anteriores, y así quedó). No gustará tampoco a los fanáticos del subgénero zombie-caníbal, porque no hay asquerosidades en primer plano. Eso está bien, el desasosiego del espectador se consigue sin recursos repulsivos, pero los fanas igual van a quejarse. Y, eso sí, no gustará a quienes hayan leído la novela original.

Con toda sinceridad, esa gente se preguntará para qué Plan B Entertainment (la empresa de Pitt) y demás compraron los derechos del libro si después iban a filmar cualquier otra cosa. Y la razón es muy simple. El libro de Max Brooks se presenta como una serie de charlas con 58 sobrevivientes de una guerra que duró 13 años: el médico chino que advirtió el comienzo, el pícaro que vendió placebos, el funcionario que autorizó los placebos como si fueran remedios verdaderos, víctimas, burócratas, combatientes, estrategas, traficantes de órganos, el entrenador de perros (acaso el capítulo más tocante y doloroso), el monje ruso, la señora que propone un epitafio para su generación, algo así como "fuimos los que causamos el desastre", etc. Es un libro original, fuerte y acusador. Pero con demasiados personajes, dijeron las mentes brillantes de Hollywood. Entonces desecharon todos, crearon un protagonista único, ajeno al libro, y, por enésima vez en la historia del cine, hicieron la de siempre.

Doscientos millones de dólares, dicen que gastaron en esto.