Guerra Mundial Z

Crítica de Marcos Rodriguez - CineFreaks

Plaga zombie

Todos ya nos dimos cuenta: los zombies están de moda. En cine, televisión, historietas, con remakes y novelas o precuelas y variantes varias de la zombidés: desde fenómenos místicos inexplicables hasta virus globalizados. Los zombies llegaron (volvieron) para quedarse. Lo curioso es que la popularidad y el éxito esta vez también les dieron la posibilidad de sumar un poco de glamour: Atrás quedaron la clase B y los presupuestos (y maquillajes) limitados. La última oleada del avance de los zombies sobre la gran pantalla no sólo viene de la mano de un presumuesto millonario, sino que tiene como protagonista a una de las más grandes estrellas de Hollywood: Brad Pitt.

No es un mérito menor de Guerra Mundial Z haber logrado integrar a una estrella como Pitt en un mundo poblado por zombies sin que la película se vuelva pesada, seria o un simple vehículo para su protagonista. La clave está en su gran sentido de la narración: centrada siempre sobre el personaje interpretado por Pitt (un ex agente especial de la ONU que decidió retirarse para poder pasar más tiempo con su familia), todo el apocalipsis zombie y la posterior lucha por la supervivencia están contados siempre desde la perspectiva de este único (aunque, obviamente, extraordinario) personaje.

Este procedimiento le da una gran carnadura a la historia y vuelve la amenaza mucho más real: no tenemos noticieros que nos informen sobre la situación global ni planos genéricos de ciudades del mundo con sus monumentos más identificables rodeados de zombies rabiosos. Cuando empieza la película apenas si escuchamos un noticiero en el que se habla de algo así como una nueva epidemia de gripe A y una crisis política en algún lugar del planeta. Lo que vemos mientras es una familia tipo que desayuna una mañana cualquiera antes de llevar a sus dos hijas al colegio. En el camino al colegio, en medio de un embotellamiento, los hechos empiezan a desarrollarse frente a nuestros ojos. No hay comunicaciones, nadie sabe qué está pasando (ni siquiera el ejército) y nos vemos arrojados a una aventura angustiante. La escala globalizada (del presupuesto de GGZ, de la tecnología y del virus) nos llevan a recorrer el mundo entero y hace que la historia sea todavía más desoladora.

En esta nueva versión los zombies son realmente muchos, se mueven rápido, contagian su estado a una velocidad sorprendente y no tienen respiro. Esto hace que la sensación de peligro sea siempre inminente, siempre imparable, agotadora: a cada instante los zombies son más y con que solo haya uno cerca pueden hacer caer ciudades enteras.

Posiblemente uno de los puntos más flojos de la película sea el uso de unos zombies demasiado digitales en los planos demasiado grandes y multitudinarios, siempre contrapuestos a los primeros planos de zombies compuestos por el tradicional maquillaje de carne entre seca y putrefacta. Sin embargo, hasta los planos más "de videojuego" quedan neutralizados por la velocidad de la acción que nunca frena a lo largo de toda la película.

El personaje interpretado por Brad Pitt (una especie de genio para la acción y para la ciencia, encarnación de la virtud misma, dispuesto a renunciar a todo por el amor de su esposa y de sus hijas) es un poco esquemático y aunque ese esquematismo a veces dificulta un poco la identificación con el personaje, la verdad es que en el fondo termina por no importar demasiado: hay una veta familiar y tierna en Guerra Mundial Z, pero sobre todo hay muchos, muchos zombies que hacen que la historia tenga que ir siempre para adelante, sin descanso. Esa velocidad nerviosa, sumada a una acción seca y a una lógica siempre muy concreta (con problemas, por ejemplo, como el de cómo se le carga nafta a un avión en un mundo invadido por zombies) hacen que la película fluya incluso a pesar de sus propios problemas (como la chatura de sus personajes, lo inverosímil de unos cuantos nudos argumentales, etc.).

Al final, cuando los zombies toman el control del mundo, poco importan las incoherencias, los lugares comunes de familia rubia (con niño latino políticamente correcto incluido), la repetición de recursos (los ruidos de las latas de gaseosa), los planos de Pitt como de propaganda de perfume y tantos otros detalles que molestarán a los que quieran ser molestados.

Guerra Mundial Z nos arrastra con su ritmo acelerado (pero no compuesto de planos epilépticos). El todo es más que la suma de sus partes.