Guasón

Crítica de Isabel Croce - La Prensa

Alguien decidió contar la historia del Guasón, el Joker que enfrenta a Batman como su enemigo declarado. Ambos son personajes de historieta. Su éxito a lo largo del tiempo los ha hecho aparecer en recordables series televisivas, largometrajes animados o superproducciones como la que dirigió Tim Burton, hace treinta años, con Michael Keaton (Batman) y Jack Nicholson (el Guasón).
Aquí, Arthur Fleck, el futuro Guasón (Joaquin Phoenix), aspira a ser un comediante. Hasta ahora sobrevive en una agencia que lo utiliza como payaso en avisos callejeros o entretenedor en los hospitales. Algunas noches intenta hacer stand up en un mohoso bar, donde nadie lo escucha.
Es que Arthur no puede controlar sus problemas psicológicos, que terminan en una risa incontrolada, y más ahora, cuando Ciudad Gótica se declara en crisis y decide terminar con los ayudantes terapéuticos y los medicamentos gratuitos para gente pobre como él. En ese mundo caótico, sucio (los basureros están en huelga), de callejones grafiteados y ratas gigantes se inicia la película de Todd Phillips.

DRAMA PSICOLOGICO
¿Cuál es la propuesta de Phillips y sus coguionistas? Indudablemente, con el peso de ese increíble actor que es Joaquin Phoenix, Phillips estructura un drama psicológico, elige un personaje del cómic, como podría haber hecho con otro personaje de otro formato, y lo desmenuza de adentro hacia afuera y de afuera hacia adentro. Como si lo diera vuelta con ropa y todo. Eso sí, lo ubica en Ciudad Gótica, que sería la peor Nueva York, aquella donde la belleza emigró, el progreso se estancó, el trabajo está desapareciendo, el que no factura lo suficiente puede morir en las calles, igual que el que es diferente o no lo suficientemente fuerte.

La película da cuenta del itinerario de este inquietante personaje al que se compadece viendo la saña con la que lo castigan unos chicos de la calle o los señoritos que se inician en Wall Street y aún viajan en subte. Pero también se lo siente humillado por el animador televisivo que admira (el Murray Franklin de Robert De Niro) o el compañero que le da un arma para que se defienda, generando algo así como su adicción.

Nadie imagina la espiral de violencia que se genera en los minutos finales al compás de su perturbadora risa maníaca y cómo su juego de masacre se contagia a los cientos de disfrazados que testimonian la disconformidad con el candidato político, Thomas Wayne, y las diferencias sociales.
La figura de esta suerte de Calígula desarrapado, vivado por seguidores, estremece y sorprende.

COMPOSICION
Lo que hace Phoenix con el Guasón es algo que recuerda las composiciones inolvidables de Marlon Brando ("Apocalypsis Now") o Jhonny Depp en "Sweeney Todd", una combinación animal y humana que deviene en algo que casi no es de este mundo. Cómo explicar esa manera de erguir y modular el cuerpo como un bailarín o de bajar las escaleras del Soho con la elegancia de un Fred Astaire (sus viejas películas ven el Joker y su madre en la televisión). Pocas veces puede el espectador asistir a una composición que raya en la locura. La escena en el show de Murray Franklin presidida por la muy tierna y anciana doctora, también forma parte de esa ambigüedad entre la locura y la ternura, que coinciden en la película de Todd Phillips.

Como el mejor cine de David Cronenberg, Hollywood sorprende con una criatura genéticamente modificada, que enfatiza el horror con música de la cellista islandesa Hildur Gudnadottir y una soberbia composición del próximo ganador del Oscar, Joaquin Phoenix.