Guasón

Crítica de Emiliano Fernández - Metacultura

La risa que duele

Todos los que deseaban una adaptación en live action más o menos explícita de La Broma Asesina (The Killing Joke, 1988), de Alan Moore y Brian Bolland, sin duda la historieta por antonomasia centrada en el origen del Guasón y sus múltiples puntos en común con su eterno contrincante, Batman/ Bruce Wayne, deberán seguir esperando porque el opus de Todd Phillips que hoy nos ocupa es una remake camuflada de Taxi Driver (1976), que incluso aglutina elementos varios de Network (1976), El Rey de la Comedia (The King of Comedy, 1982) y hasta Réquiem para un Sueño (Requiem for a Dream, 2000) en un collage digno y atrapante aunque también literal y por momentos algo burdo; detalle que se explica por la tendencia del mainstream contemporáneo a recuperar fórmulas de antaño desde cierto reduccionismo que pareciera no poder escaparle a las poses, los automatismos y la repetición de las mismas situaciones ad infinitum, por más que éstas respondan -en mayor o menor medida- a planteos contraculturales y/ o de base nihilista, justo como en este caso.

Desde el vamos conviene aclarar que la película se sostiene casi exclusivamente gracias a la enorme actuación de Joaquin Phoenix como el protagonista, un representante conspicuo y muy talentoso de la larga tradición de actores anglosajones un tanto desquiciados que son capaces de bajar muchísimo de peso -entre otras transformaciones físicas aledañas- con vistas a mimetizarse con una criatura sufrida en plena espiral descendente hacia la locura, ahora con un surtido de catalizadores que incluyen el maltrato que padece en su trabajo el Arthur de Phoenix (se desempeña como payaso de publicidades y eventos), robos cíclicos en la calle (palizas salvajes incluidas), una madre convaleciente obsesionada con escribirle cartas al millonario Thomas Wayne (para quien supo trabajar años atrás), frustraciones profesionales y románticas (el hombre se enamora de una hermosa vecina afroamericana y pretende construir una carrera dentro del ambiente del stand up) y hasta un tic nervioso que lo lleva a reírse sin parar en cualquier momento (gran malambo psiquiátrico de por medio).

Desde los golpes del inicio símil La Naranja Mecánica (A Clockwork Orange, 1971) hasta el remate a lo Shock Corridor (1963), Guasón (Joker, 2019) funciona como una interesante colección de lugares comunes del enclave indie internacional orientados a retratar a un antihéroe torturado por la sociedad y llevado al extremo de querer vengarse/ ajusticiar a sus verdugos de la manera más brutal posible, ya sin la paciencia demostrada hasta ese punto y con la furia del que no soporta más las constantes faltas de respeto que padecen a diario los marginados del capitalismo, esas mayorías que pasan hambre y frío ante la mirada apática y egoísta del Estado y la oligarquía empresaria y financiera. Se podría decir que como obra de barricada o denuncia el film no va mucho más allá del cinismo de nuestro días -por más que aparentemente transcurre en la década del 80- no obstante si pensamos a la propuesta dentro del paupérrimo ecosistema creativo de la basura de Marvel y DC Comics, el asunto mejora ya que la valentía de fondo quiebra la monotonía pueril y nos acerca al terror freak.

Phillips, el paparulo responsable de la horrenda saga cinematográfica de ¿Qué Pasó Ayer? (The Hangover), no es precisamente un genio del séptimo arte ni logra entregar una mísera idea original en serio, sin embargo es más que loable su intento de aggiornar los retratos suburbanos deprimentes de Paul Schrader a un pasado que se parece mucho a nuestros días, donde la desconfianza, los prejuicios, el odio y la ausencia de esa curiosidad fundamental para entablar cualquier diálogo provocan un ambiente aún más enrarecido y violento que aquel retratado en Hardcore (1979) o la citada Taxi Driver. La noción de encarar una “película de historietas para adultos”, que además incluye planteos antitelevisivos muy semejantes a los de Network y Réquiem para un Sueño, aquí se complementa con el eje retórico de El Rey de la Comedia, con Robert De Niro intercambiando su rol para ponerse en los zapatos del comediante famoso que supo encarnar Jerry Lewis, ese que ninguneaba al protagonista a pura soberbia y de paso servía para señalar la idiotez e ingenuidad detrás del culto a la celebridad, el marketing masivo de “lo cool” y todas las mentiras que la execrable industria cultural despliega para atrapar a los consumidores más desesperados.

Sinceramente de La Broma Asesina sólo quedó un mínimo catálogo algo mucho abstracto de escenas que en el último acto ensayan una parábola sobre la creación de Batman a manos del Guasón y de éste último cortesía del clan Wayne, enfatizando que los traumas de ambos se parecen y que el origen del legendario villano está vinculado a la pobreza y al sentirse acorralado por una Ciudad Gótica injusta que bien podría ser Nueva York u otra metrópoli gigantesca y caníbal del planeta. Como decíamos con anterioridad, si tenemos en cuenta que hablamos de un producto del fofo Hollywood actual la película y su tono oscuro resultan de lo más bienvenidos, en especial debido a que la falta de novedades hoy está compensada con crueldad, asesinatos, rebeliones populares contra los ricos, psicopatía en ascenso y hasta un olvido estatal muy verosímil; todo asimismo simbolizado en la paradoja del tic de Arthur/ Guasón vía una carcajada que se confunde con los espasmos de dolor de un cuerpo repleto de cicatrices físicas y psicológicas que no han sido atendidas a tiempo, de esas que piden a gritos socorro y sólo reciben la abulia de una coyuntura plutocrática que empuja a la vehemencia y al anarquismo tácito a un adalid de los excluidos del sistema…