Guardianes de la Galaxia 3

Crítica de Ezequiel Boetti - Página 12

"Guardianes de la galaxia: Volumen 3": acción, efectos visuales y emotividad

El grupo de descastados emprende una aventura en la que la camaradería y la lealtad se tornan los tópicos centrales.

Marvel está yendo hacia un lugar que nadie, ni siquiera sus cabecillas, sabe cuál es. Hay razones empresariales para la falta de un norte, como la eyección de la productora argentina Victoria Alonso y los recortes presupuestarios en Disney. Y otras artísticas: dado que las series de Marvel fueron una de las principales armas para entrar a la guerra del streaming, no es descabellado pensar que el foco creativo se haya corrido hacia allí, desplazando a las películas a un segundo lugar. Por si fuera poco, desde Avengers: Endgame están a la búsqueda de una impronta y tono propios, además de un personaje que tenga aquello que tenía Iron Man: un carisma a prueba de todo y la espalda suficiente para bancarse un universo girando a su alrededor. El resultado de ese rio revuelto es una etapa bipolar en la que conviven películas imposibles (Eternals y Ant-Man and the Wasp: Quantumania), una discreta (Pantera Negra: Wakanda por siempre), otra correctita aunque sin fuerza (Shang-Chi y la leyenda de los diez anillos) y, ahora, la muy buena Guardianes de la Galaxia Volumen 3, saga que nada casualmente nació en épocas más rumbeadas de la compañía.

Tan raras están las cosas en Marvel que una de sus películas más humanas tiene como protagonista central a un mapache parlanchín, el mismo que en la primera escena, siendo bebé, es sacado de la jaulita por una mano que cambiaría su vida. Porque el bueno de Rocket no siempre fue como es ahora, cuando es parte de ese grupo de descastados integrado por un árbol, una chica con rasgos asiáticos y antenitas tipo caracol, un forzudo con caja torácica tamaño Fitito, una criatura azul y un humano que huyó de casa de chico y desde entonces vaguea por la galaxia. Grupo que aquí, como lo promociona Disney en sus materiales de prensa, tendrá su “último baile”. Un baile con espíritu de aventura cachivachera, y con la camaradería y la lealtad como tópicos centrales. Hay acción y la habitual batería de efectos visuales, pero también una bienvenida dosis de emotividad durante el viaje a los orígenes de Rocket.

Todo comienza cuando es atacado por un desconocido que, de allí en adelante, boyará por la película sin saber muy bien qué hacer. Si hay algo que a estas alturas Marvel debería saber es que poner dos villanos en simultáneo no es una buena idea. Pero Guardianes… se las arregla para que su presencia fantasmal sea un detalle menor, pues el núcleo central está en las consecuencias que su aparición deja en Rocket. Con los días contados a raíz de sus heridas, sus compadres quieren curarlo, pero no tienen idea de dónde viene ni quién es, por lo que habrá que tirar del ovillo de la historia para retrotraerse hasta sus épocas de mapache común y corriente. Ahí entra en escena el villano principal, aquel que lo convirtió en quién es hoy y que todavía aspira a crear una nueva Tierra tomando lo mejor de ésta evolucionando especies de todo tipo. Y si no funciona, todo al incinerador. Que su maldad esté motivada por una idea de mejora y no de aniquilar a la humanidad porque está traumado, como suele ocurrir, le imprime un aura de perversión maquiavélica.

Y allí irán los guardianes, rumbo a una nave espacial gigantesca donde funciona el cuartel del emprendimiento tecnológico del villano, cuyo nombre termina con la sílaba “Corp”, igual que el de todas las empresas malas. Con su relato concentrado en tiempo y espacio, Guardianes… tiene muy claro que ritmo narrativo no es sinónimo de acumulación de situaciones, así como también que para haya empatía las criaturas deben ser de materiales nobles y tener preocupaciones terrenales. Nada de salvar a la humanidad, ni de fines altruistas ni de gobiernos interesados. Los guardianes son, antes que superhéroes, personajes que convierten sus imperfecciones en fuerza y voluntad. El cariño entre ellos es el mismo que les dispensa su director, James Gunn, al que en 2018 le quitaron el control creativo de la saga después de que salieran a la luz unos tuits ofensivos escritos hace mil años. Luego de su regreso, ¿tendrá la brújula que Marvel necesita? Imposible saberlo, dado que en octubre del año pasado fue fichado por la competencia para hacerse cargo de DC Studios. La venganza, se sabe, es un plato que sirve frío.