Guaraní

Crítica de Pedro Squillaci - La Capital

Amar las raíces

Para contar una gran historia no hay nada mejor que contar una historia pequeña. Eso sucede con “Guaraní”. La coproducción paraguayo-argentina, dirigida por Luis Zorraquín, que a través de un relato simple cala en lo más profundo con un mensaje que realza el amor a las raíces. Pero eso es el disparador para hablar de una larga lista de temas y valores, que van desde la fuerza de los vínculos familiares, el trabajo, la dignidad y la hospitalidad, hasta el choque de culturas y los prejuicios. Todo narrado desde el nexo entre un abuelo y una nieta. El es Atilio, un pescador paraguayo, machista y testarudo, que defiende su labor diaria tanto como el idioma guaraní y su deseo de tener un nieto varón. Ella es Iara, una chica de 14 años, en pleno despertar sexual, que vive con su abuelo a la vera del río, a 1.100 kilómetros de su mamá, que trabaja en Buenos Aires. La rutina de este vínculo familiar y laboral entre abuelo y nieta se modifica cuando Iara se entera que su madre espera un hijo, y que será varoncito. En formato de road movie, comenzará un derrotero por viajar hasta Buenos Aires para dar con esa mamá embarazada. Pero los intereses son distintos. Porque mientras Iara quiere conocer a su hermanito, don Atilio quiere traerlo para el Paraguay para que aprenda la lengua y las costumbres guaraníes. “El hombre ha nacido para surcar el río”, dirá Atilio. Y al atravesar ese cruce permanente de culturas entre Argentina y Paraguay, Iara afirmará “La sangre no sabe de divisiones de países”. “Guaraní” se corre del eje de las películas comerciales. Y su mérito es que, con muy poco, cuenta demasiado y hace un pleno en las fibras sensibles.