Gravedad

Crítica de Fernando Herrera - Mirar y ver

Cable a Tierra

Gravedad, de Alfonso Cuarón, tiene un peso muy específico que la convierte en la mejor película industrial del año. Un prodigio de la técnica al servicio del cine más clásico, y una experiencia visual y sonora deslumbrante, en donde hasta el habitualmente insulso y efectista 3D está justificado. El director mexicano ha sabido crear una película excepcional en más de un sentido combinando lo espectacular con lo tangible. Sus coreografías de cámara sostienen un relato equilibrado que solo desentona ocasionalmente con los excesos de una música omnipresente.

La historia es mínima, dos personajes obligados a desplazarse de un punto A a un punto B, pero esa trayectoria condensa todas las trayectorias, incluyendo las de Sandra Bullock y George Clooney, estrellas que interpretan sus papeles en segundo plano. Una suerte de Aleph en donde lo mínimo encierra lo máximo, donde lo finito convive con lo infinito. La escala es muy importante, como también lo son los tiempos. Pasan pocas cosas, porque los tiempos son los del espacio, pero en cada una de esas pocas cosas la vida está en juego. Y para que esto sea palpable Cuarón se vale, como en Niños del Hombre (2006) de un recurso que maneja como pocos, el plano secuencia. La película se inicia con uno de unos 13 minutos que describe a la perfección lo bellamente hostil del ambiente de trabajo de dos astronautas, y es sin dudas antológico. Un accidente los transforma en náufragos del vacío (externo e interno), y deberán afrontarlo sin caer en la desesperación, con alguna dosis de fe pero sobre todo con voluntad, volviendo a lo elemental si quieren mantener los pies en la tierra. Porque hay otros mundos pero están en éste.