Gravedad

Crítica de Diego Batlle - La Nación

Muy pocas veces en la vida nos enfrentamos como espectadores a experiencias capaces de transformar nuestro modo de ver, pensar y sentir el cine. Gravedad es uno de esos hitos, una proeza técnica, una verdadera hazaña visual que nos atrapa, nos seduce, nos angustia, nos fascina y nos aterra para, en definitiva, contarnos una historia clásica de traumas íntimos, catástrofes extraordinarias, supervivencia y redención.

El talentoso director mexicano Alfonso Cuarón que ya había brillado con títulos tan disímiles como Y tu mamá también, Harry Potter y el prisionero de Azkab a n y Niños del hombre construye una película de ciencia ficción vanguardista y al mismo tiempo de extrema sencillez, un sofisticado ballet cinematográfico que se disfruta tanto con la mente como con el cuerpo. Es que muy pocas veces el cine ha conseguido transmitir la experiencia física en toda su intensidad y dimensión como en las largas y virtuosas escenas de "caminatas" espaciales que Sandra Bullock y George Clooney hacen durante los comprimidos, precisos, 90 minutos del film.

El primer plano-secuencia de unos 13 minutos sin cortes (o con cortes que no se aprecian) va directo al top 10 de las mejores aperturas de todos los tiempos. Ese arranque nos permite conocer al veterano Matt Kowalsky (Clooney haciendo de Clooney y aportando una aquí bienvenida dosis de humor y seducción), en la que es la última expedición de su carrera; y a la doctora Ryan Stone (Bullock), que está dando sus primeros pasos para la NASA. O sea, el viejo pero siempre eficaz contraste entre aquel que se las sabe todas y alguien que ni siquiera alcanzó a superar todos los tests en el simulador de vuelo.

Serán ellos dos (y la voz del gran Ed Harris desde la base en Houston) los únicos protagonistas de este relato ambientado, claro, en el espacio más precisamente, a 600 kilómetros de la Tierra (que se ve imponente a esa distancia) y en distintas estaciones (estadounidenses, rusas, chinas), desde donde los personajes intentarán concretar su regreso a casa en medio de una lluvia de desechos satelitales que generan una reacción en cadena.

Gravedad es de esas películas que como 2001, odisea del espacio , Avatar , El abismo o Alien (compárese la Stone de Bullock con la Ripley de Sigourney Weaver) consiguen revolucionar los aspectos técnicos de una industria como la de Hollywood, pero sin por eso descuidar jamás la narración y el impacto emotivo. Aquí, además, los Cuarón (Alfonso escribió el guión con su hijo Jonás) alcanzan picos místicos (hay revelaciones siempre justificadas) y líricos que convierten a este ensayo sobre la soledad y el aislamiento en una reflexión de múltiples connotaciones y lecturas posibles.

Tras tantos films que abusaron del recurso del 3D sin ninguna justificación artística (y abrumando al público), Gravedad es uno de los primeros en los que la estereoscopía nos provoca una sensación de inmersión, nos traslada a la profundidad, oscuridad y fragilidad del espacio exterior, nos hace sentir la liviandad de esos cuerpos que flotan a la deriva y a partir de una extraordinaria utilización de la cámara subjetiva nos hace compartir el punto de vista de los personajes.

Si ese trabajo visual es asombroso, no menos inteligente es la utilización del sonido (o incluso la falta del mismo en el espacio). Uno puede ver una explosión o un golpe y escuchar apenas lo que los protagonistas alcanzan a transmitir a la central de la NASA en Houston. En una película con tanto silencio, el uso de la música (cada vez más altisonante e intrusiva a medida que avanza el relato) es el único aspecto objetable. Si se acepta esa "convención" hollywoodense, estamos en presencia de un film sublime, de esos que serán difíciles de olvidar por mucho tiempo.