Granada y al paraíso

Crítica de Federico Bruno - Fancinema

EL FIN DEL AMOR (TAL COMO LO CONOCES)

Granada y al paraíso es el segundo largometraje del realizador Augusto González Polo quien, desprovisto de sponsors y prejuicios, aborda desde múltiples miradas la separación. El telón de fondo es una Buenos Aires impasible.

No se puede omitir que el proyecto haya entrado en la plataforma de colaboración Ideame y exista también en Tumblr. Termina siendo un experimento colectivo y cotidiano; los actores parecen hacer de ellos mismos; y muchos de los arquetipos que construyen nos hacen acordar a otras cosas que conocimos.

El film no sólo comparte con la banda Bicicletas el espíritu provocativo de su título -fue tomado de una canción preexistente-: en sintonía fueron convocados algunos de sus integrantes para participar del interesante soundtrack. Algunos pasajes son muy cliperos y otros muy Polémica en el bar.

La historia tiene varias mesetas acentuadas por la multiplicidad de planos y los continuos problemas de sonido, más graves en locaciones exteriores. De todos modos, toma muchos riesgos que (les guste o no el producto final) meten al espectador en esa nube gris -y porteña- del recién separado.

El denominador común es la nostalgia: un grupo de escritores errantes añoran un pasado mejor, un tipo piensa en su colección de vinilos extraviada en la casa de su ex y otro, oficinista, en sus muñecos de colección. Una chica revisa fotos viejas.

Las actuaciones son buenas y prevalecen ante muchos de los inconvenientes de posproducción. Deja un sabor amargo estilo Black mirror acerca de los avances tecnológicos y siembra más dudas que certezas en este sentido, otro de sus aciertos. Sabe ser metafórica y literal; el significado que le otorga a la frase “volver a las pistas” es de lo más vistoso.

No es recomendable para que la vean parejas en crisis.