Gracias por compartir

Crítica de María Inés Di Cicco - La Nueva Provincia

Cuando el sexo es una adicción

Por un lado está Adam (Mark Ruffalo), que está iniciando una relación con Phoebe (Gwyneth Paltrow), una mujer muy hermosa e independiente que no sabe que él es adicto.

A su lado se encuentra Mike (Tim Robbins), casado que además de ser adicto al sexo, ahora es adicto a los programas de recuperación basados en 12 pasos.

Ambos han vivido, padecido y sobrellevado consecuencias familiares y laborales de sus acciones como consecuencia de su sindrome.

Finalmente, aparece Neil (Josh Gad), médico, simpático, un muchacho que parece no hacer daño a nadie pero quién esconde en su zapatilla una cámara para filmar a las mujeres que llevan polleras cortas, mientras le asegura a sus compañeros que su adicción al sexo ya quedó en el pasado.

Es el argumento de Gracias por compartir, una de las películas que entraron en los Cines del Centro en la última renovación de cartelera y que, como la británica La mejor oferta, que ingresó en la tanda anterior, son la clase de títulos que vienen a funcionar como bálsamo entre tanto tanque comiquero de mayor o menor calidad argumental, y películón superanimado, todo bajo la sombra del efecto 3D.

Gracias por compartir pide del espectador un tono más relajado, predispuesto a dejarse llevar por el cuento sin sobresaltos.

Es un relato difícil de encasillar en un género, porque a través de la comedia y el romance, filtra el drama medular: las adicciones, de diversa índole y manifestación, y lo que significa el día a día para un adicto.

Habla del sufrimiento por la incomprensión y estigmatización que acarrean ciertas patologías, en contraste con otros padecimientos, y de la necesidad de ver para poder empezar a transitar un camino de “sanación”.

El director de esta cinta es debutante en estas lides, pero antes había escrito el guión de la película Mi familia, donde Ruffalo cumplió el rol del tercero en discordia entre una pareja de lesbianas que llevaba 20 años de convivencia había criado dos hijos.

Con un cartel de nombres fuertes, se metió sin pruritos pero sin excesos en el análisis de una temática usualmente estereotipada y le imprimió una mirada sin estridencias, que permite al espectador involucrarse con el planteo y tener sus propias conclusiones.