Graba

Crítica de Pablo E. Arahuete - CineFreaks

La extranjera

Sergio Mazza abandona el drama rural ya explotado en sus dos anteriores largometrajes El amarillo y Gallero para adentrarse en la citadina Ciudad Luz a partir de una historia bastante oscura y que hace del hermetismo su arma más poderosa.

Graba se divide en dos mitades muy diferentes donde no necesariamente la suma de estas dos partes arroje como resultado la conformación de todo porque lo fragmentario y lo episódico prevalece en una trama de cierto minimalismo y donde los climas opresivos reinan entre las pocas palabras, tanto del francés como del español, que cortan el silencio entre estos dos personajes que solamente comparten un espacio físico y el sexo como moneda de intercambio y nexo de comunicación.

María carga con la culpa de un aborto inducido y con la mochila de una vida no planificada en permanente tránsito haciendo valer su condición de extranjera a cada paso y coqueteando con la precariedad de la ilegalidad durante su estadía en París. Jerome es un fotógrafo francés recién divorciado que busca sacar rédito económico con el alquiler de la habitación que ocupaba su pequeño hijo antes de la separación.

María parece la inquilina ideal porque no habla, consume lo mínimo indispensable y no se mete en sus asuntos ni en su trabajo.

Sin embargo, en esa convivencia atravesada por el hermetismo de a poco se va rompiendo la caparazón de cada uno y así empiezan a compartir su propio dolor, despojados de toda carga afectiva y entregados a la descarga sexual que el director maneja sin esteticismo y con la crudeza de los cuerpos en acción, donde hasta puede apreciarse alguna escena de sexo explicito muy poco frecuente en el cine argentino, aunque no así en el europeo.

Precisamente eso es lo que se respira en la atmósfera y la puesta en escena de Graba: una película europea con sus tiempos, sus códigos y sus buenas actuaciones a cargo de la argentina Belén Blanco en el rol de María y Antoine Raux como Jerome, cuyo español es bastante entendible por cierto.

El único defecto que puede marcarse a Mazza es el abuso de algunos clichés como por ejemplo esos planos contemplativos a la vera del rio que si bien buscan reflejar una rutina seguida de un círculo vicioso por momentos parecen connotar falta de ideas para resolver la inercia del personaje femenino.