Gorri

Crítica de Miguel Frías - Clarín

Recuperar a Gorriarena

En 2007, cuando Carmen Guarini ya planeaba hacer este documental, murió Carlos Gorriarena: pasó a ser su obra y el recuerdo de aquellos que lo quisieron y admiraron. Con estos elementos, sin condescender a la melancolía ni a la mera exaltación artística, la realizadora elaboró un filme que funciona -deliberadamente- como un rescate, no como una biografía. El título Gorri habla de cercanía, de falta de solemnidad, de cariño especial por aquel hombre y artista plástico inasible.

Un eje: la organización de una muestra de sus trabajos en el siglo XXI. Tres líneas narrativas: su viuda, Sylvia Vesco, evocándolo mientras repasa sus obras sin dejarse abordar por la tristeza. Un grupo de fanáticos, analizando su estilo y su forma de pintar, algunos de ellos con humor y excentricidad involuntarios. Por último, casi a modo de flashbacks , apariciones del propio artista: por momentos, brillante; por otros, contradictorio. En reuniones de arte, o en cenas íntimas en el restaurante El General, con grandes amigos, entre botellas de vino tinto y humo de tabaco: una de las formas del paraíso.

En algunos tramos vemos la sombra de Gorriarena avanzar en cámara lenta y lo escuchamos decir: “No se puede pintar en momentos de extrema felicidad ni tristeza”. O también: “A la obra no se la termina, se la abandona. Es la única forma de seguir queriendo a una amante: abandonándola”. Pero sus frases, por ejemplo en los rondines de amigos, podían ser más prosaicas: “Las mejores cogidas de mi vida jamás fueron con las mujeres que yo pensaba que en la cama iban a ser maravillosas”.

Con este gran material de archivo, Guarini no apela a cabezas parlantes ni voces en off, salvo la del artista, que se despega del encasillamiento de pintor social. Sus cuadros jamás aparecen completos, porque la directora entendió que la cámara no podía transmitir tanta riqueza visual. Tampoco hay académicos explicando la obra. Sería en vano, ya que, entre gente humilde que le hace preguntas, Gorriarena aclara: “No tengo la menor idea de qué quiero decir con mis pinturas. Lo que se dice pintando no se puede decir de otro modo”.

Y sin embargo, su vasta obra y esta película, que no son traducibles a palabras, actúan sobre la realidad: provocan, por ejemplo, el milagro de recuperar a Gorri en el imposible presente.