Good Time: Viviendo al límite

Crítica de Diego Papic - La Agenda

Amores que matan

Good Time: Viviendo al límite es un thriller sobre dos hermanos, uno de ellos discapacitado, que no termina de estar a la altura de su gran prólogo.

Una de las virtudes de Good Time: Viviendo al límite es a la vez su mayor defecto. Son tan potentes los primeros 20 minutos (previos a la secuencia de títulos), y en particular la primera escena, que cuando la película empieza verdaderamente y vemos que va por otro lado, aunque mantiene el ritmo frenético del comienzo, en ningún momento nos terminamos de resignar a que la película sea otra.

En esa primera escena está Nick Nikas (un sorprendente Benny Safdie, además codirector de la película junto a su hermano Josh), un joven que sufre una cierta discapacidad mental, dialogando con un psiquiatra (Peter Verby). El médico le hace preguntas para ver hasta dónde llega su discapacidad (“¿qué significa la expresión ‘más vale pájaro en mano que cien volando’?”, por ejemplo) y Nick responde con mucha dificultad. La cámara de los hermanos Safdie se cierra en el rostro y la mirada triste de Nick, que transmite la impotencia insoportable de saber que no está pudiendo entender del todo lo que le preguntan.
Justo cuando vemos rodar una lágrima por su rostro inexpresivo, entra a la oficina con violencia Connie Nikas (Robert Pattinson en un papel consagratorio), su hermano, que se lo lleva del lugar ante las protestas del psiquiatra, que dice que esa no es manera de ayudarlo. Pero Connie adora a Nick, aunque su amor rotundo e incondicional sea en el fondo inconveniente para ambos.

Ese parece ser el tema principal de las películas de los hermanos Safdie, ya sean thrillers como este o historias más indies familiares como la extraordinaria Go Get Some Rosemary, que se vio en el BAFICI hace siete años: la historia de un padre con dos hijos pequeños, un padre pésimo pero que los ama; una película tierna y dura a la vez, si eso fuera posible.

Digo que Good Time es un thriller porque apenas Connie “rescata” a Nick de su terapeuta, lo lleva a robar un banco. Obviamente el robo va a salir muy mal, un poco por la pésima organización de Connie y otro poco por la torpeza de Nick, y después de unos minutos frenéticos y veloces musicalizados por el excelente Oneohtrix Point Never (el mismo de Adoro la fama, de Sofia Coppola), el hermano débil terminará preso. Recién ahí, a los 20 minutos de película, vienen los títulos.

Después la película es otra, o quizás no: se mantiene el ritmo, la música, los personajes desangelados y algo torpes (brilla la adolescente negra interpretada por la debutante Taliah Lennice Webster), el tono de la imagen granulada y de neón al estilo Taxi Driver, pero desaparece Nick y, con él, esa relación de hermanos que había amagado con ser el centro de la película. Es cierto que en algún punto sigue siendo el centro, aunque fuera de campo: lo que sigue es el intento de Connie por sacar de la cárcel a su hermano, con tretas cada vez más torpes que lo van hundiendo en problemas cada vez mayores.

El final de la película es circular, casi perfecto, y recupera la potencia del comienzo dando la ilusión de una película extraordinaria, honesta, contundente y consecuente. Pero al menos a mí me quedó el regusto amargo de que no terminó de estar a la altura de su prólogo.