Godzilla

Crítica de Ulises Picoli - Función Agotada

De dioses y de monstruos

Sesenta años después, la industria de Hollywood vuelve a montarse sobre Godzilla, el monstruo japonés creado por la productora Toho. El encargado de la nueva adaptación es Gareth Edwards, ignoto director con solo una película en su haber: Monsters (2010). En esta, Edwards contaba sobre como parte de Estados Unidos y México quedaba a merced de unos inmensos seres extraterrestres. El director le daba preponderancia a sus personajes, dejando como un peligroso y enigmático contexto a esos seres a los que mostraba casi siempre de forma distante. En esta Godzilla modelo 2014 el director vuelve sobre el tema, pero en vez de poner la cámara sobre el hombre, la pone sobre los gigantes.

Si algo que hay que reconocerle a Gareth Edwards es la pasión que le mete a Godzilla. Su respeto es encantador.
Durante bastante tiempo negocia con nuestra mirada su presentación, y cuando lo hace, la pantalla aparece achicarse, como si de tan descomunal resultara imposible de filmar. Esta película de monstruos le reserva también espacio a un par de enemigos llamados M.U.T.O. (Organismo Terrestre Masivo no Identificado), con quiénes Gozdilla se faja de lo lindo. La cámara de Edwards elije ocuparse bastante de estos personajes, quizás esa sea la mayor particularidad de la película. Decisión con la que uno puede sentirse sorprendido, y que inevitablemente, resiente la empatía hacia los protagonistas humanos.

Esta G2014 tiene varios puntos de comparación con Titanes del Pacifico (Pacific Rim, 2013) de Guillermo del Toro. Aquí también hay ciudades/escenarios para que los monstruos destruyan todo a su paso. La gran diferencia es que del Toro comprende que el factor humano es determinante. La incorporación de personajes dentro de sus robots hacia que la batalla de esos gigantes de acero fuera la de la humanidad toda. En este caso lo que sucede en pantalla nos resulta ajeno, Godzilla no deja de ser una fuerza de la naturaleza, nunca logramos antropomorfizar a ese ser lo suficiente para que lo sintamos parte nuestra. Otra cuestión es la bajada de línea sobre el estado del mundo. En Titanes del Pacífico el espíritu juguetón y fantástico de del Toro era menos cínico respecto de nuestra civilización.

En el mundo de Edwards, los M.U.T.O. chupan la teta (literalmente) de la radiación, y Godzilla es una especie de deidad que viene a equilibrar nuestro ecosistema, no a salvar al humano. Vamos a presenciar tsunamis, plantas nucleares estallando, y también, muchos edificios derrumbándose. Como si los horrores que sufre la humanidad fueran una señal de alarma. Este tópico es vinculable al origen de Godzilla y el horror nuclear post dos bombas atómicas, y aunque aquí quede demasiado expuesto, no resulta del todo fallida la decisión de continuar en esa dirección.

Lo que también hace Edwards es mostrar autoconciencia sobre el género y el monstruo japonés. Ya sea con un guiño simpático a Mothra (uno de los más emblemáticos enemigos con que se enfrento Godzilla), mostrando un poster una película Kaiju (bestia extraña en japonés), o utilizando la televisión y medios como instrumentos de lo infantil e ilusorio de ver a dos monstruos matándose en medio de una ciudad. Pero esto se percibe confuso, porque no convive con el espíritu general de la película, más solemne y dramático.

La principal falla de Godzilla es que narrativamente es torpe. El soldado Ford Brody (interpretado planamente por Aaron Taylor-Johnson) va a participar de acontecimientos de la historia con un nivel de arbitrariedad lamentable. La obligación de darle un rostro humano (mala elección de actor para eso) al derrotero de los monstruos hace que deba estar en demasiadas circunstancias injustificadas. Por fortuna, ante las falencias narrativas y empáticas, no queda otra que admirar a Godzilla. Y para los que le tenemos cariño, por momentos, resulta suficiente.