Godzilla

Crítica de Mariano Torres - Fuera de campo

La renovada versión americana de Godzilla es menos americana y, afortunadamente, un poco más... Godzilla. Eso no es algo necesariamente bueno o malo, simplemente es lo que es: una película de monstruos donde, por más que se intente en un comienzo establecer un punto de vista más humano de la historia, lo que importa y reina es el caos, las explosiones y el duelo de titanes que se da en los últimos cuarenta minutos.

La "novedad" es la vuelta a las raíces: al igual que en las películas de la célebre productora cinematográfica japonesa Toho, aquí el monstruo tiene un costado de semi-deidad, y no es la principal preocupación del mundo sino que, increíblemente, puede terminar siendo la salvación del mundo. Cabe aclarar que cuando se dice "mundo", se habla de la percepción occidental del mismo: esa que tiene que ver con electricidad, energía nuclear, transporte y comunicaciones. A Godzilla, claro está, mucho no le interesa el tema pero sí el hecho de "mantener un balance". Mensaje ecologista de por medio, se esboza una teoría del caos por demás explícita: el aleteo de una mariposa gigante, literalmente causa un tsunami. Tiene lógica, al menos dentro de la película que explica que en verdad las pruebas nucleares del pasado de "prueba" no tenían mucho, sino que en verdad fueron intentos fallidos de matar al monstruo.

El tamaño descomunal de la bestia es inversamente proporcional al de las caracterizaciones de los humanos, que se quedan en lo básico y francamente sobran. Pero, afortunadamente, la segunda mitad de la película compensa esta notable falencia con lo máximo que se puede esperar de una historia que tiene a un lagarto radiactivo gigante como protagonista: acción al por mayor, peleas colosales que se entienden porque suceden en planos generales que permiten comprender lo que está sucediendo en pantalla, y recursos visuales que resaltan la majestuosidad del monstruo, como niebla y relámpagos que resplandecen sobre su imponente presencia.

No hay mucho más, ni mucho menos, pero es lo que hay y, aunque le cueste reconocerlo a cualquier fanático, no existen demasiadas maneras de contar esta historia. Todos queremos a Godzilla, coloso, primitivo y bruto como se lo ve aquí. Habrá que conformarse, entonces, con que esta versión moderna es ciertamente más respetuosa de los originales y sólo por ello se distancia felizmente de su antecedente de 1998.