Godzilla

Crítica de Mariana Van der Groef - Proyector Fantasma

Reinventar un clásico del cine es muy difícil. Pero más difícil aún es hacer un clásico de clásicos. Este es el caso de Godzilla. ¿Lo tienen a Godzilla, aquél monstruo milenario que sale de las aguas del océano Pacífico para aterrorizar a las masas de las ciudades?

El “rey de los monstruos” (como lo han llamado nuestros amigos de Hollywood) fue creado por los estudios Toho como una metáfora para demostrar el miedo que habían sufrido los japoneses luego de que Estados Unidos hiciera caer las bombas atómicas sobre las ciudades de Hiroshima y Nagasaki durante la Segunda Guerra Mundial. Godzilla hizo su primera aparición en la pantalla grande en 1954, en la película Gojira. Desde entonces, se lo ha reversionado casi 30 veces y todas sus apariciones han tenido distintas miradas y enfoques. Algunas han decidido concentrar la atención en el monstruo; otras lo han hecho en las relaciones humanas que el bicho rompía con sus gigantescos pasos.

En el caso particular de la nueva Godzilla, estrenada en nuestro país el 15 de mayo del corriente año y dirigida por el neófito Gareth Edwards, las relaciones humanas no conforman el nudo central de la historia. Es una producción ambigua que tiene algunos puntos positivos y varios negativos. La película cuenta con un elenco de primera que se desaprovecha en sobremanera: Bryan Cranston (más conocido como Walter White de Breaking Bad), Ken Watanabe (El Origen, Piratas del Caribe) y Aaron Taylor-Johnson (Kick Ass, Salvajes). Todos excelentes actores que parecen haber olvidado cómo actuar. Godzilla tiene ese efecto en los actores aparentemente.

En el cine catástrofe, las historias repletas de monstruos, aliens o zombies suelen tener un contenido emocional muy grande. Ya sea por familias rotas, parejas que se separan o amigos que no se encuentran hasta el final. Tienen ese je ne sais quoi que hace que la audiencia se identifique y se enganche. Los monstruos terminan siendo el buen condimento y obstáculo contra los que los personajes principales tienen que luchar para volver a su hogar. Este no es el caso de Godzilla. Si bien en el principio cuenta una incipiente ruptura entre Ford Brody (Taylor-Johnson) y su padre (Cranston), este suceso se pierde a lo largo de la historia.

Si bien la película lleva su nombre, Godzilla se hace esperar. Aparece luego de la primera hora y cuando lo hace se lleva todos los aplausos. Es peliagudo hacer que un monstruo que mide casi 100 metros y que parece un dinosaurio milenario funcione bien en la pantalla grande, pero de alguna forma el director Gareth Edwards lo logra. Esta representación es la mejor que se ha hecho de la mística bestia a través de los años. Y a partir de que el mounstro aparece en escena, la película se convierte en un festival de acción y luchas encarnizadas que resulta agradable a la vista ,y para aquellos que disfrutan este tipo de cine, un espectáculo digno de ver.

Lograr que una película sea verosímil cuando en pantalla hay tres monstruos que salen debajo de la tierra y luchan entre sí mientras una población aterrorizada intenta sobrevivir, es complicadísimo. Gareth Edwards, un director que cuenta con sólo dos incursiones en el cine (Godzilla y Monsters), lo hace. El film es entretenido y divertido, pero para aquellos que disfrutamos de las relaciones humanas y las buscamos en todas las historias que vamos a ver al cine, no podemos evitar salir con un gusto amargo en la boca. Si bien cumple con lo prometido, esperábamos que esta vez se le diera otra vuelta de tuerca a la mítica historia para hacerla más interesante.