Godzilla

Crítica de Fernando Sandro - El Espectador Avezado

Con 60 años y 30 películas en su haber es mucho el recorrido que ha hecho Godzilla desde su primera aparición en el film de Ishirô Honda, convirtiéndose en un ícono de la cultura popular japonesa que llevó su popularidad a todo el mundo.
Ya sabemos que EE.UU. echó siempre un ojo a esta popularidad de la cual quiso sacar tajada; no solamente le cambió su nombre (el original es Gojira), cambió los cortes para la distribución occidental de varias de las películas japonesas del personajes con el fin de no verse afectados, se permitió varias coproducciones como el enfrentamiento con King Kong, y finalmente luego de la risueña serie animada de Hannah-Barbera Godsuki (con lejanas reminiscencias) logró en 1998 realizar su propia adaptación cinematográfica (y subproductos como comics y series) por supuesto cambiando todo dato posible respecto del original.
Luego de esa criticada experiencia, Hollywood vuelve este año a insistir con tomar las riendas del asunto, con mucha promoción previa anunciando sí, esta vez ser más fiel con los orígenes.
Finalmente, esta nueva versión vio la luz, y hay que hacer varias salvaciones ¿intenta ser más fiel a Gojira? sí ¿Es por eso una mejor experiencia? no, queda claro que hay cosas que pertenecen a una cultura predeterminada.
Dirigida por Garreth Edwards (embanderado por su film previo Monsters), esta nueva versión pone en escena un puñado de figuras conocidas como Brian Cranston, Sally Hawkins, Aaron Taylor – Johnson, David Strathairm, Elizabeth Olsen, Ken Watanabe y hasta Juliette Binoche.
Luego de unos títulos en el que se cuenta algo de historia previa mediante fotomontaje y filmaciones de ocho milímetros, la historia comienza con el descubrimiento de unos fósiles en Filipinas; de ahí nos trasladamos a Japón en 1999 lugar en el que se realizan pruebas con unos huevos y embriones fosilizados, pruebas con radiación, que saldrán mal, muy mal, causando una catástrofe que se ocultará y quedando la zona como de acceso prohibido.
El tercer tiempo será 15 años después, en la actualidad, cuando el científico Joe Brody (Cranston) sigue obsesionado con los hechos fatídicos del ’99 que causaron la muerte de su esposa. Su hijo Ford (Johnson) ahora es un soldado en EE.UU. pero ante las noticias sobre su padre regresa a Japón en donde será testigo del no escuchar las advertencias que su padre hacía.
Los fósiles tienen actividad radioactiva y las consecuencias serán terribles, dos monstruos, macho y hembra se despiertan y causan terror en la ciudad. Pero también, del océano emerge el personaje del título también producto de radiación y pruebas atómicas.
El combate tripartito, con los humanos como víctimas y espectadores, no tardará en llegar; y sí, se desplazará hacia las costas estadounidenses.
El principal inconveniente de esta versión es que, si bien los humanos son espectadores, ocupan fácilmente el 90% del metraje, dejando a los que deberían ser los verdaderos protagonistas (Godzilla y dos monstruos con reminiscencias a Rodan pero más similares a los ideados por Paul Verhoeven en Invasión) en un claro segundo plano.
Los engendros tardan en llegar mientras la historia avanza no muy claramente; y una vez que llegan tendremos que sufrir constantes amagues que pasan del humor a la exasperación; cada vez que están a punto de mostrárnoslos la escena se corta o hasta es mostrada mediante monitores televisivos a la lejanía.
Claro, los últimos 15 minutos terminará el manierismo, se desata el combate en pantalla y ahí sí, aunque en escenas oscuras, el asunto convence hasta un final acertado; el asunto es todo lo que pasamos hasta llegar ahí. Mientras que Japón se decidía siempre a simplificar e ir directo al grano, Hollywood sigue empeñándose en crear más y más argumento restándole ritmo.
Se podría decir que es un Godzilla post The Host, con la familia en primer plano y el monstruo de fondo; pero allí los conflictos saltaban a la luz, mientras que acá se acumula argumento sin peso.
Varios personajes, como los de Hawkins, Watanabe (con un eterno rictus de enojado/preocupado), y Strathairm cumplen la función de remarcar obviedades en un guión más hablado de lo que debería. La acción se diluye, y los problemas de coherencia en el guión no dejan que todo fluya correctamente.
Si bien el 3D no es vistoso, Godzilla cumple respecto a lo técnico con buen manejo de cámara y fotografía virtuosa. Es este su punto destacable, donde más cuidado es el homenaje al original, Godzilla es tal cual lo imaginábamos, y hay guiños por aquí y por allá para los seguidores; lo cual nos hace pensar que un argumento más directo y más sólido hubiese cambiado radicalmente los resultados. Así, como está, Gojira sigue siendo de exclusiva raza japonesa.