Godzilla

Crítica de Alejandro Franco - Arlequin

Godzilla 2014 es la nueva encarnación del gigante creado por la Toho en 1954. Después de décadas de destrucción masiva y decenas de filmes la gran G parece haber desembarcado con toda la gloria en el cine mainstream, gracias a las artes de un cineasta inteligente y entendido en el tema como es Gareth Edwards (Monstruos). Olvídense de la paparruchada creada por Roland Emmerich en 1998; este Godzilla es descomunal, brutal y glorioso, y recupera todo el sabor de la vieja serie japonesa que le viera nacer. La cantidad de plata que va a hacer este filme, simplemente va a ser obscena.
Haciendo un poco de historia, uno podría afirmar que la suerte de la saga Godzilla quedó complicada a partir de los años 90. Por ejemplo, la Daiei resucitó a Gamera - eterno rival de la Toho en la taquilla - en una serie de filmes descomunales que terminaron por erigirse en la flor y nata del kaiju eiga - el género de los monstruos gigantes japoneses - de las últimas décadas. La Toho salió a hacerle frente - filmando nuevas películas de Godzilla - , las cuales reciclaban ideas de la Daiei y las que terminaron por obtener algunos resultados aceptables en la taquilla. Pero semejante movida terminó por darles señales alarmantes a la Toho - de que las nuevas generaciones de japoneses habían perdido la sintonía con el género (o quizás estaban desencantados con el enfoque propuesto por el estudio) -, con lo cual optaron por licenciar los derechos del gigante a los norteamericanos. Esto desembocó en el Godzilla norteamericano de 1998 - el cual recaudó mucho pero fue repudiado por medio mundo, incluyendo la crítica y los fans históricos de la saga -. Ya sea por falta de renovación de contrato o por orgullo nacional, lo cierto es que la Toho se rehizo con los derechos y relanzó al personaje en una nueva saga de filmes conocidos como la etapa Millenium - y dándose el lujo de aporrear a su pésimo imitador yanqui en una de sus entregas -, pero los números siguieron estando flojos hasta el capítulo final - Godzilla: Final Wars - en el 2004. Así es como terminaron por pasar a la gran G a cuarteles de invierno, anunciando un impasse de al menos 10 años hasta una nueva entrega de Godzilla, e incluso demoliendo el histórico set en donde se encontraba el enorme tanque marino que se utilizara durante décadas para los filmes del ídolo del género kaiju. Y mientras que la suerte del monstruo parecía estar echada, lo cierto es que un grupo de productores norteamericanos tuvo el tupé de volver a acercarse a la Toho para negociar una nueva licencia de derechos, en principio para producir una versión para IMAX de Godzilla y, después, encarando un proyecto mucho mas mainstream con la participación de Legendary Pictures y la Warner Brothers. Por el proyecto pasaron tipos como Guillermo del Toro y, en especial, Frank Darabont (cuyo grueso del trabajo - el trasfondo dramático - permaneció en la versión final del libreto, si bien el guionista no recibió su crédito correspondiente), y terminarón por llamar a Gareth Edwards, el cual había obtenido una gran repercusión con su indie Monstruos, filmada con dos mangos y con excepcionales efectos especiales hechos en la compu de su casa. Qué mejor que un fanático del género para tratar con seriedad una licencia cinematográfica venerada por millones.

Ciertamente Godzilla 2014 no es lo que se dice una película equilibrada. Primero, porque le enchufa una hora de psicodrama muy en la onda de La Guerra de los Mundos, describiendo cómo quedó la familia después que la madre hiciera kaput en el accidente nuclear del inicio - quedando un padre distante y paranoico, y un hijo inflexible que intenta a toda costa bajarlo nuevamente a tierra -, lo cual sirve de excusa para que el grueso del excelente cast flexione sus músculos interpretativos. Lo que debería ser melodrama mediocre termina sobresaliendo gracias a Bryan Cranston, el cual se luce por primera vez en su vida en la pantalla grande - hasta ahora le habían tocado unos mediocres y deslucidos papeles de villanos, cuando se nota a la legua que el fuerte del tipo es el drama -, e incluso la insípida Elizabeth Olsen hace maravillas con un papelito menor y poco desarrollado. Yo entiendo que es necesario algo de drama para darle tridimensionalidad a los personajes y hacer que uno se interese por alguien en el medio de gigantescos sets destruidos, pero tampoco el desarrollo es lo que se dice excepcional. Este es otro caso en que los actores realzan el texto, dando perfomances que deberían pertenecer a un filme oscarizado antes que de a una cinta protagonizada por un lagarto mutante de 110 metros de altura.

Tal como en La Guerra de los Mundos, estos tipos se transforman en testigos del holocausto mas que en protagonistas, y el heroismo se reduce a emparches y corridas de último momento antes que emprender una acción arriesgada para intentar derrotar a los monstruos de turno. El segundo detalle es que este Godzilla padece del mismo síndrome que afectaba al Batman de Tim Burton, ése en donde el héroe (en este caso, la gran G) terminaba perdiendo presencia gracias a que los villanos de turno le robaban cámara cada vez que entran en escena. Aún cuando Godzilla se luce y es impresionante, el comportamiento de las arañas mutantes gigantes es impredecible y está plagado de cosas asombrosas, siendo festejable cada una de sus apariciones en cámara - desde la irrupción de los bichos en los restos de la planta atómica japonesa hasta los combates cuerpo a cuerpo en San Francisco contra el mismo Godzilla, eso sin contar con una fabulosa secuencia en donde Aaron Taylor-Johnson debe jugar a las escondidas con uno de ellos en un puente que está a punto de caerse en pedazos -. Los MUTO (u Objetos Terrestres No Identificados) desbordan carisma y terminan relegando a Godzilla a un papel secundario de lujo en su propia película, una fuerza de la naturaleza (o un gigantesco Deus Ex Machina) que aparece para generar un monumental final y que desaparece con la misma prisa con la que surgió de la nada.

Mientras que hay cierto desbalance dramático, contadas apariciones de Godzi, y unos cuantos huecos de lógica (el libreto dice que las pruebas nucleares de los años 50 fueron en realidad intentos para matar a Godzilla... ¿y después, qué pasó?; ¿se aburrió y se fue a dormir una siesta?; por mas que haya una conspiración de silencio sobre su existencia, debería haber algún tipo de excusa por la cual un bicho de semejante tamaño desapareció de la faz pública durante 60 años!), la puesta en escena es sencillamente impresionante. Como en los mejores tiempos de Ishiro Honda, los kaiju aparecen y roban cámara a lo loco. Hacen cosas descomunales, generan un sendero de destrucción formidable - realzado por unos CGI impecables - y, lo que es mejor, recuperan el sentido de amenaza que la saga carecía desde el primer Godzilla en 1954. La gente muere por millares, y corre a refugiarse como puede en subterráneos y cloacas, esperando que el pandemonio abandone su ciudad y no pierdan la vida en el intento. Resulta curioso que el talento de Edwards logre semejante efecto dramático para algo que a priori pareciera pasatista - ya es complicado explicar la existencia de un bicho gigante, imaginen intentar justificar una pelea de lucha libre entre tres colosos -, ya que Godzilla sólo lo había generado de manera previa en el filme original de 1954. Cuando Godzilla está solo, funciona como alegoría; cuando pelea contra varios kaiju, sólo es entretenimiento pochoclero. Aquí hay espectaculo pochoclero, pero impregnado de un sentido de urgencia dramática, ése que dice que el fin del mundo está cerca porque la amenaza - surgida de la nada - es imparable y tremendamente letal y, en medio de la masacre, hay dos o tres tipos que nos importan.

El libreto depara algunas sorpresas respecto de la suerte de los protagonistas, y termina poniendo el peso del relato en los hombros de Aaron Taylor-Johnson, el cual está apenas ok como protagonista. Para mí Taylor Johnson es un tronco sin carisma y aquí apenas sobrevive, palideciendo al lado de Elizabeth Olsen o Bryan Cranston. Distinto es el caso de Ken Watanabe (el cual compone a un científico cuyo apellido homenajea al héroe trágico de la Godzilla original de 1954), el cual ha quedado reducido al ingrato rol de testigo del caos, el tipo que en las películas de la Toho le explicaba a la audiencia lo que estaban haciendo los bichos en la pantalla. Cada vez que aparece Watanabe está boquiabierto o agarrándose la cabeza, o señalando un monitor y soltándole una parrafada al burócrata militar de turno.

Mientras que Godzilla 2014 tiene sus detalles, por otra parte se encuentra a miles de años luz de la bobada de Roland Emmerich y recupera de manera gloriosa el sabor clásico de la saga de la Toho. Tiene una ferocidad admirable y coreografía la destrucción de una manera pasmosa. Estos bichos arrasan rascacielos como si fueran sacos de arena, o se tragan misiles nucleares como si fueran caramelos. Godzilla ya no es mas una iguana mutante sino el mismo monstruo de la Toho, recargado de anabólicos y grande como dos Empire State juntos - un dios indestructible que actúa como una fuerza del destino -. Ciertamente todo esto es un festival para el fan de la serie, y espero que sirva para seducir al recién llegado al género, el cual se encontrará con un gran show matizado con una historia interesante. Esta era la oportunidad que Godzilla se merecía para salir del ghetto y transformarse en la franquicia popular y multimillonaria que siempre debió haber sido, algo que puja por materializar desde hace 60 años. Yo creo que Gareth Edwards era el tipo adecuado para ello y a las pruebas me remito, las cuales hablan de un artesano que ha sabido respetar la tradición y reinterpretar la leyenda para convertirla en un fenómeno moderno y popular.

- See more at: http://www.sssm.com.ar/arlequin/godzilla-2014.html#sthash.kldbhVLG.dpuf