Godzilla vs. Kong

Crítica de Javier Franco - Cinéfilo Serial

Luego de un 2020 prácticamente nulo en lo que a Blockbusters se refiere, desembarca en Argentina uno de los estrenos más esperados del año: «Godzilla vs Kong». Un nuevo episodio del conocido «Monsterverse» que Warner Bros y Legendary Entertainment vienen gestando desde 2014 con el estreno de «Godzilla». Este reboot del histórico universo cinematográfico poco a poco se está convirtiendo en una de las sagas actuales más equilibradas y mejor aceptadas por el público. La franquicia se completa con «Kong, skull island» (2017) y «Godzilla: King of the monsters» (2019).

La historia general nos establece en un mundo donde comienzan a despertarse distintos monstruos mitológicos que habitan la tierra desde hace miles de años. Estos seres legendarios tienen origen en al género cinematográfico japonés llamado Kaiju (bestia extraña o gigante), que los instaura como los verdaderos reyes del planeta que vienen a reclamar su lugar de dominantes. Si bien son varias las bestias que aparecen a lo largo de la saga, nuestros protagonistas son Godzilla (Gojira) y Kong. Los conocemos en las dos primeras entregas de 2014 y 2017, respectivamente. Luego, en 2019, sigue el relato del animal marino que debe luchar con varias criaturas para conservar su lugar de alfa, y a la vez salvar al ser humano de la extinción. Algo que no se suele mencionar es que se plantea a las criaturas como seres con la misión de mantener el equilibrio en el reino animal, por lo que no son necesariamente «malos». Y así llegamos a la película que nos congrega aquí: Kong es uno de los últimos titanes que pueden sacarle la posición a Godzilla, así que se enfrentan para definir quién va a ser el verdadero rey de los monstruos.

El elegido para dirigir tan ambicioso proyecto es Adam Wingard. Un director de orígenes en el terror under, que comenzó a pisar fuerte en la industria luego de «The Guest» (2014): un thriller protagonizado por Dan Stevens, que es considerado su mejor film hasta el momento. Luego derivó en una cuestionada secuela de «The Blair Witch Project» titulada «Blair witch» (2016) y el enorme fracaso de Netflix adaptando «Death Note» (2017). El nuevo tanque audiovisual es su oportunidad de reivindicarse como creador de grandes éxitos de taquilla. Según la crítica especializada y quienes ya la pudimos ver, aprovecha el éxito que lo antecede y le hace justicia al tan esperado choque de gigantes.

En cuanto a la película en sí, logra impactar eficazmente como un espectáculo cinematográfico. Tiene un atractivo diseño visual, con ciudades llenas de neones, selvas exóticas repletas de animales y plantas tan extrañas como cautivantes, y cavernas cubiertas de minerales luminosos. Su apartado sonoro no se queda atrás dando un auténtico festival de rugidos que te erizan la piel y momentos cinemáticos que potencian las circunstancias. Aunque, nobleza obliga, hay que admitir que, en el afán de crear dichos momentos, a veces la banda sonora se siente sobrecargada o inoportuna. Será cuestión del gusto del espectador precisar si este aspecto es positivo o negativo. Desde nuestro lugar, recomendamos ver la cinta en las mejores condiciones posibles para un óptimo disfrute de sus cualidades técnicas.

En relación a la historia, el gran acierto consiste en seguir ahondando en el universo creado. En lugar de quedarse dentro de las fronteras establecidas, se extiende más allá y coloniza nuevos territorios dentro de las vastas posibilidades. Eso le brinda la frescura que necesita para no caer en una repetición de argumentos (que, ya de por sí, suelen ser bastante estandarizados). El gran problema, a nivel guion, radica en sus protagonistas humanos. Al igual que en sus antecesoras, hay un exceso de personajes secundarios que, en su gran mayoría, carecen de un propósito claro y terminan por perjudicar el relato. Cada actor necesita tener un momento de protagonismo, pero sin opacar a los titanes. Entonces, se vuelve un dolor de cabeza tener tantas figuras a las que complacer en un tiempo limitado. En nuestra opinión: menos, es más. Sobre todo, en películas donde las estrellas, no son seres humanos. Al problema se le puede sumar el exceso de alivio cómico que se le impuso. De la mano de Milly Bobby Brown, Julian Dennison y Brian Tyree Henry, se intenta poner humor al estilo de John C. Reilly en «Kong: Skull Island», pero sin el mismo resultado. Toda la trama en torno a ellos se siente absurda y sobrante, en líneas generales.

A pesar de estos percances, quienes decidan darle una oportunidad a la obra seguramente estén esperando grandes cantidades de combates entre titanes y acción a montones. En este punto hay que detenerse para admirar el gran trabajo que exponen las coreografías de pelea, el muy buen uso del CGI y el correcto montaje. En ningún momento uno se siente perdido dentro de las secuencias de acción o de lucha, todo está bien definido y efectuado. La película logra transmitir la potencia y epicidad que semejante encuentro ameritaba. Pero esto no es algo nuevo. Toda la saga funciona muy bien dentro de este aspecto y es digno de mencionar el acertado trabajo de las productoras al poder combinar cuatro películas, de diferentes directores, manteniendo la misma línea estética dentro de un relato que fue en constante crecimiento hasta culminar en este punto.

En conclusión, podemos afirmar que no se trata de la mejor película Kaiju alguna vez hecha. Pero sí es una excelente ocasión para satisfacer la necesidad de grandilocuencia audiovisual proveniente de los grandes blockbusters Hollywoodeneses. Sin dudas, no saldrás decepcionado de la sala y tal vez con ganas de más. Sus 113 minutos se pasan volando y se dejan disfrutar gratamente. Excelente razón para volver a vivir el maravilloso ritual de ir al cine.