Godzilla vs. Kong

Crítica de Fabio Albornoz - Ociopatas

GODZILLA VS KONG fue un anhelo postergado por años en Hollywood. Hoy se hace realidad. Del mismo modo que en los años 30 se cruzaron los monstruos de Universal, o en las últimas décadas ALIEN VS DEPREDADOR, FREDDY VS JASON, y otros míticos personajes del cine fantástico.

Son películas hechas para fans, claramente. No creo que en estos enfrentamientos haya verdaderas diferencias a fenómenos como AVENGERS o LA LIGA DE LA JUSTICIA. Si representan un caudal de público menor, pero el objetivo es parecido: la realización de películas de gran escala, que satisfacen un deseo de los seguidores por ver enfrentamientos (o uniones) entre personajes históricos. ¿Qué tienen en común Godzilla y King Kong? Poco, y a la vez mucho. Pasando de largo el hecho de que tenemos a un gorila gigante, y a una criatura-lagarto creada por las bombas atómicas, se trata de dos figuras que representan por excelencia a las industrias de cine de Japón y Estados Unidos. Y aún más, estos personajes han subsistido en el tiempo por una ayuda mutua. La “King Kong” de 1933 gozó de un inesperado éxito de taquilla que obligó a una inmediata secuela, apurada y poco interesante, llamada: SON OF KONG. La idea del linaje, para continuar. Sin embargo, luego de eso, Kong fue quedando en el olvido.

En el 50 comienza la fiebre por las monster movies, y entre ellas, aparece GOJIRA, producida por la ultra famosa Toho. El fenómeno fue parecido. La Toho se encontró ante un éxito inesperado, pero a diferencia de RKO, supo capitalizarlo hasta límites absurdos. Más de 30 películas, hijos y una tonelada de monstruos de diferentes formas y colores, que consolidan la idea del Kaiju nipón.

Dentro de toda esa infinita franquicia, Godzilla se enfrentó a King Kong en 1962. Bajo el sello de Toho, y dirigida por el propio Ishiro Honda. Es decir, el gorila fue resucitado cinematográficamente por los japoneses. Incluso, luego le hicieron una serie animada, y otra película más. Lo que sigue, es historia. Un remake de KING KONG en 1976 (producido por Dino De Laurentiis) y
otro notable en 2005, dirigido por Peter Jackson.

Por el lado del lagarto, intentando emular el movimiento de Toho en 1962, se hizo un remake norteamericano (muy fallido) en 1998, que intentaba despojar a Godzilla de sus típicos disfraces, para hacerlo digital y más parecido a un dinosaurio de JURASSIC PARK.

Los productores ya tenían la intención de cruzarlos, pero necesitaban consolidar los universos de cero, para poder hacer factible ese crossover. El fracaso comercial, estanco las ideas. En 2014, la cosa empieza a gestarse. GODZILLA, de Gareth Edwards es el puntapié inicial. Luego seguirán KONG: SKULL ISLAND, y otra secuela de Godzilla dirigida por Michael Dougherty (Dulce o truco, Krampus). Las condiciones estaban dadas, pero la sorpresa no tardó en aparecer. El director elegido fue Adam Wingard, un tipo proveniente del mumblecore y de los films de terror independientes. Realizador de YOU’RE NEXT, THE GUEST, A HORRIBLE WAY TO DIE, y sus más comerciales, DEATH NOTE y otra entrega de BLAIR WITCH.

Si bien con DEATH NOTE ya había trabajado para el sello de Netflix, la elección era sorprendente. Un director con nula experiencia en producciones mastodónticas, que de la noche a la mañana se hacía cargo de uno de los proyectos más postergados y anhelados por la historia del cine. La cosa podía salir fatal.

Las causas que desencadenan este choque de titanes, no parecen ser muy trascendentales de contar por aquí, pero lo cierto es que, GODZILLA VS KONG cumple con creces todo lo que promete. Se sabe que la construcción de personajes no son el fuerte de este tipo de producciones. Yo, sin embargo, soy un partidario de creer que toda buena monster movie necesita una columna vertebral, unos personajes que nos interesen medianamente. El atractivo de ver monstruos a gran escala, se agota a los pocos minutos en cualquier película que no tenga unos personajes en tierra que nos parezcan atractivos.

GODZILLA VS KONG pudo ser una película atrofiada de efectos especiales, con batallas inentendibles, pero no solo no sucede eso, sino que, además, estamos ante una película (curiosamente) tranquila. La película se abre en dos tramas que son 1) el traslado de Kong en un barco 2) dos adolescentes que se unen a un podcaster conspiranoico para descifrar lo que está ocurriendo. Ninguna de las dos líneas se toca. Más bien deberíamos decir que son como películas ensambladas en montaje, con personajes que no se conocen, ni cruzan siquiera palabras. Sin embargo, nos interesan. El podcaster lleva adelante toda esta investigación, mientras que, del otro lado, tenemos a una niña sordo muda que establece una conexión con Kong, dándole a la película un matiz sensible y tierno que siempre funciona en las películas de King Kong.

Abstenerse los perseguidores de lo verosímil. En GODZILLA VS KONG pasan cosas insólitas, incluso algunas muy cuestionables. La película debe hacer un esfuerzo abismal para poder conectar las piezas, y producir ese esperado cruce, pero… ¿acaso el Kaiju no es ridículo, absurdo e inverosímil hasta la médula? Si, lo es. Incluso dentro del propio universo que construye.
Adam Wingard comprende perfectamente los mecanismos del Kaiju, y lo aprovecha. Se aferra a cierta cuota de lo ridículo, de lo excesivo. Para estar en igualdad de condiciones, hay que hacer enorme a Kong, pero también darle determinadas herramientas que le permitan batallar de igual a igual. Eso sucede.

El exceso está muy bien contrarrestado cuando debe filmar las batallas. Wingard mantiene un orden. La geografía del espacio es clara. Siempre sabemos cómo espectadores donde están los monstruos. El fondo está perfectamente despegado de las figuras. Wingard utiliza el Zoom, e incluso se atreve con un teleobjetivo que sigue el movimiento de traslación de Kong y Godzilla. Un detalle sumamente interesante que afianza ciertos rasgos de humanidad en las criaturas. Como si estuviese encuadrando rostros humanos, a lo Leone o Pasolini (salvando distancias).

GODZILLA VS KONG es dinámica y entretenida, pero lo es, en un sentido narrativo. Para algunos será decepcionante, pero la película no está cargada de batallas. Son pocas, y a la vez, son las necesarias. No sobra, tampoco falta. El propio Wingard había expresado en una entrevista su intención de hacer un film de menos de 2 horas, en donde al espectador le quede algo más que solo batallas. Y eso es lo que sucede.

Hay muchos momentos de reposo. Wingard afianza la relación de la niña con Kong, se nos transmite información, se despliega una aventura que incluye una tierra hueca, un juego de gravedad y otros bichos. La atención está en múltiples cosas, y uno como espectador parece olvidarse del enfrentamiento central.

El resultado pudo ser catastrófico, y no lo es para nada. GODZILLA VS KONG es un Kaiju ejemplar. Todo se encuentra en su justa medida. Batallas bien filmadas, dos tramas de humanos aceptables, y la sensación de ver una producción eficazmente resuelta.

Opinión: Buena.