Godzilla vs. Kong

Crítica de Damián Aspeleiter - Revista Meta

Empezar a escribir hablando de lo que voy a hablar es inevitable, porque de alguna manera es una huella de lo que nos sucedió en el último año. Volver al cine luego de un año sin pisar una sala es algo movilizante, y no solo por razones frívolas, sino también porque durante este año de alguna manera se nos fue destruyendo la confianza en el colectivo social al que pertenecemos. Durante este año de pandemia he intentado de todas las formas posibles no exponerme y creo que lo hemos hecho todos, pero la vuelta de las salas de cine, de alguna manera, es una invitación a dejar ese cuidado férreo para exponernos en pos de algo que amamos, o que por lo menos, yo amo.

La experiencia cinematográfica excede, para mí, el valor de la obra a la que voy a ver porque la experiencia cinematográfica es algo con un valor intrínseco que no puede ser superada por otras experiencias. Más allá de los antisociales, que se quejan de las cuestiones propias de cualquier actividad pública, como el ruido de la gente comiendo, o las charlas previas durante la película, o los snob que quieren vender la idea de que una pantalla de televisión, tablet, celular u otro dispositivo, pueden remplazar a la experiencia de la sala cinematográfica, debo decir que mi experiencia indica que, más allá de la película en sí, disfrute de mi retorno al cine, de la intimidad que me permite la sala con la obra. Soy gran fan de los niños llorando en la sala, de la gente que se molesta y expresa su enojo, de la gente que conversa, del ruido de la gente que mastica pochoclos; en general, soy fan de estar en un lugar en el que la gente que alguna manera comparte su forma de disfrutar de una película. Soy fan de esa experiencia íntima y colectiva que regala el cine y la verdad es que lo extrañé. Para terminar, debo contar que fue una experiencia agridulce, ya que los protocolos por la pandemia de Covid 19, obligan a una frialdad y a una lejanía a la que deberemos acostumbrarnos.

Godzilla vs Kong es una continuación de Godzilla rey de los monstruos (Godzilla: King of the Monsters,2019) y de Kong: la isla calavera (Kong: Skull Island 2017) que al parecer no aprendió nada de esas experiencia porque se parece más a Godzilla (Godzilla, 2014) la primer película de 2014, al no haber aprendido nada de las dos buenas experiencias que fueron sus antecesoras esta película repite los mismos errores que la primera; es decir demasiada participación de los personajes humanos, poca relevancia de la trama de los humanos en la historia de los monstruos, poca participación de los monstruos, que queremos ver en la pantalla, escenas de peleas desprolijas y algo de lo que ninguna de las anteriores carecía: lógica interna: y no confundir esta con verosimilitud, la historia es perfectamente verosímil dentro de la realidad que se nos plantea, pero en algunos pasajes cuestiones que funcionan de una manera en un lugar pierden de validez de acuerdo a las conveniencias del guion.

Godzilla vs Kong hace bien en plantearnos los motivos de los monstruos para pelear, de la misma manera nos plantea muy bien la existencia de una conspiración para sacar a las bestias del letargo y llevarlas a su confrontación pero fuera de esas razones el guion se siente obligado a mostrarnos historias en las que los humanos participan de forma torpe desde personajes que aparecen con un halo de misterio que terminan no aportando nada a la historia a instalaciones militares de máxima seguridad que son intrusada por dos adolescentes y su amigo inmaduro sin ningún tipo de esfuerzo. Básicamente, la historia nos cuenta que Godzilla, por una cuestión de biología básica, debe someter a los otros monstruos alfa que hacen su aparición de en la película anterior ya que un ecosistema solo soporta a un predador ápex. Kong, quien es un espécimen protegido, debe ser trasladado a un nuevo habitad por razones que hacen a su preservación, y que, al mismo tiempo son funcionales a una compañía que responde a sus intereses propios. El traslado del gorila alerta a Godzilla quien lo ataca iniciando así una guerra entre ambos. Por el otro lado el dios lagarto comienza a atacar a las ciudades por motivos que se desconocen poniendo en alerta a la humanidad y dándole razones a Maddie Russell (Millie Bobby Brown) de intentar demostrar la inocencia del saurio, a pesar de no contar con conocimientos o más recursos que un mal guion para cumplir con este propósito.

Los personajes humanos aportan poco y nada a la historia salvo Ilene Andrews (Rebecca Hall), quien es encargada de cuidar a Kong y a la pequeña Jia (Kaylee Hottie) quien a su vez es el único ser que se comunica con el simio y la herramienta utilizada por el doctor Nathan Lind (Alexander Skargard) para convencer al titán de su traslado. Es decir: Godzilla vs Kong es una película que funciona muy bien cuando le hace caso a lo expresado por el desaparecido doctor Serizawa en Godzilla( Godzilla 2014) “dejen a los monstruos pelear” pero que falla torpemente cuando trata de introducir el componente emocional y humano.

Godzilla vs Kong es una demostración de que el sistema Marvel funciona ya que sin la construcción que se hizo en las anteriores películas de estos personajes difícilmente podrían generar interés o empatía en el público, hay que decirlo la construcción a través de las películas anteriores es tan buena que uno llega a sentir interés sobre ellos y a sobresaltarse cuando parece lo que viene para nuestro héroe es adverso o que están en verdadero peligro. Sin duda eso es más un logro de la construcción realizada desde 2014 que de la película que hoy nos ocupa.

Con respecto a la dirección y los efectos visuales no se pueden hacer críticas ya que la película se siente sólida y hasta real a pesar de ser un 80% CGI, las actuaciones son correctas y bien encaradas a pesar de lo deficiente del guion, la película logra entretener a pesar de sus defectos.