Gloria

Crítica de Iván Steinhardt - El rincón del cinéfilo

Personaje inolvidable en una simple y verdadera joyita

En la titánica tarea de realizar una película que centra su razón de ser en mostrar la situación de una persona común en un registro realista, el elenco pasa a cobrar una importancia preponderante. En ellos está la capacidad de reflejar fielmente. De hacer creíble e identificar lo que vemos en pantalla es decir, transformar el arte en espejo.
Con algunas obras cinematográficas hay una química especial que funciona como un imán. Es algo difícil de analizar porque entra mucho en juego la subjetividad individual aunque es cierto que desde lo técnico, también se conjugan elementos suficientes como para ayudar al engranaje.

“Gloria”, uno de los estrenos de esta semana, tiene ese plus generado por la soberbia actuación de Paulina García. Su personaje se hace carne al punto de poder jurar que uno vio a esta mujer en algún lado. Un subte, o un bar tal vez. Gloria está divorciada y con dos hijos grandes. Su cercanía con los 60 años la vuelve fuerte en el sentido de plantarse y hacerle frente a su circunstancia; pero igual de frágil al aceptar en su cuerpo y sus acciones que la vida se le está escurriendo por las agujas del reloj. Se pasa, se va. Hay que reinventarse, o resignarse y aceptar la derrota.

En eso anda nuestra heroína. Todavía fuma, toma dos copas más de la cuenta, va a reuniones de solos y solas y sale a bailar. A la pista. A tratar de ponerle una sonrisa a la rutina. Charla con tipos, amigas eventuales… todos los días va a su oficina, trabaja mucho, llama a sus hijos tratando de sentirse todavía importante para ellos. Está dispuesta, le pone voluntad a tener vínculos cercanos. Por el único ser vivo que manifiesta rechazo absoluto es por un gato de raza Sphynx (esos que parecen no tener pelo) que se escapa del departamento vecino y se le mete por la ventana.

Gloria va a tener una oportunidad más. Rodolfo (Sergio Hernández) es separado y al verla se produce el flechazo, pero ojo, esta obra se corre de las situaciones de manual y acartonadas que solemos ver. Lo hace enfrentándolas. Llegando a la puerta del cliché para luego esquivarlo magistralmente con cachetazos de naturalidad. Como si el subtexto fuese: “la vida no es como en las películas”, e irónicamente estamos viendo una.

El recorrido estético que Sebastián Lelio decide hacer tiene un parentesco lejano con el voyerismo. La cámara observa a Gloria y al resto de los personajes desde lejos. Cuando hay primeros planos, esto está justificado en el retrato del estado de ánimo y en aprovechamiento fenomenal de la capacidad actoral. Eso que ayuda a comprender y empatizar con la gente que habita en la película gracias a una soltura y disponibilidad absolutas. A esto se suma la dirección de fotografía y hasta la elección de los colores presentes en los planos hace pensar en una estética servil al guión cuidadosamente escrito (se adivinan varios retoques de los que mejoran la propuesta).

Un personaje inolvidable que remite a la impronta con la cual John Cassavettes abordaba las circunstancias que les tocaba vivir a las criaturas de sus películas.

Estreno tardío, pero que importa. “Gloria” es una simple y verdadera joyita