Glass

Crítica de Pablo E. Arahuete - CineFreaks

La trilogía de la desazón

De M. Night Shyamalán se han escrito muchas notas a favor y en contra, se han ensañado con su notoria debacle tras el boom que fueran algunas de sus obras por el ingenio y la factura artesanal detrás de las coordenadas de géneros intocables. Lo cierto es que el director indio nunca se superó luego de haber conseguido prestigio y apoyo de todos los críticos con su obra maestra El protegido. Las raíces del cómic llevadas a la máxima potencia de reflexión disparaba entre muchas cosas una crítica al uso banal de los superhéroes de aquellos tiempos cuando Marvel y DC probaban fórmulas y escenas espectaculares con el objeto de hacerse de un territorio nuevo como el cine, bajo la torpe premisa de que “más siempre es mejor” acumulaban millones en mega producciones para beneplácito de un público masivo pero no necesariamente consumidor de cómics de Marvel o DC.

La sequía de títulos interesantes de la mano del director de Sexto sentido se prolongó por varios años hasta llegar la secuela Fragmentado, quizá por pertenecer subrepticiamente a ese universo desarrollado en El Protegido, tal vez por introducir un nuevo elemento en la ecuación para romper la dialéctica de los súper hombres apretando las clavijas de la racionalidad o las explicaciones psiquiátricas de un personaje como Kevin Wendell Crumb (McAvoy), quien más allá de las múltiples personalidades que cohabitan su psiquis puede despertar a la más temible conocida como La horda o La bestia para volver a darle sentido a la trilogía y erigirse como otro personaje, antagonista del protagonista de la primera parte, El centinela, en la piel de Bruce Willis.

Ahora bien, de aquella película del año 2000 donde el despunte del súper héroe, el agente de seguridad indestructible y con fuerza descomunal David Dunn, único sobreviviente de una tragedia ferroviaria, generaba un polo de opuestos con un villano en las sombras, nada menos que Mister Glass, quedaba sabor a poco por la poca trascendencia de este interesante villano. Por eso se esperaba que esa asignatura fuese saldada por Glass, el nuevo y último golpe del creador de Señales. El resultado no es del todo reivindicador pero es justo decir que como cierre de la trilogía no quedan cabos sueltos ni tampoco ideas antojadizas por desarrollarse.

¿Eso qué significa entonces?, que Glass lo explica todo aunque la explicación sea prolija no necesariamente se encuentra a la altura de las expectativas de aquellos que esperaban algo parecido a la obra maestra El protegido. Básicamente aquí el protagonismo vuelve a recaer en el psicópata de personalidad disociada, un verdadero festival de poses y voces que James McAvoy domina y que deja a sus dos compañeros de manicomio, léase El centinela y Mr. Glass, como actores de reparto. El contraste entre el desborde de las personalidades y la sobriedad revestida de melancolía de Mr. Glass por ejemplo desmontan el armazón conceptual por el que Shyamalán busca reconectarse con las reflexiones sobre el rol del súper héroe en una sociedad que busca constantemente la norma y el orden desde toda vía institucional como un psiquiátrico para aislar a los “anormales”.

Algo parecido surcaba la trama de Fragmentado desde el rol de la psicóloga de Kevin y la subestimación de sus verdaderos poderes devenidos en el animal humano que tal vez no sea más que la expresión más acabada y cruel de la evolución del hombre. En este caso la encargada de domesticar por la vía psiquiátrica a su grupito de desquiciados, convencerlos de que sus poderes no son más que manifestaciones de delirios de grandeza, no duda un segundo que todo fenómeno guarda una explicación causal y racional cuando la película del realizador de La dama del agua contrapone sus propias verdades y herramientas irónicas sobre las interpretaciones básicas tanto de lo psicológico como de su contra cara.

Glass plantea buenas ideas sin desarrollo, confía en demasía en sus personajes y en diálogos sobreexplicativos pero logra generar en el espectador cierta empatía con aquellos que ocupan el rol de villano. La presencia de Bruce Willis nuevamente es bienvenida aunque debe reconocerse su poca gravitación en la trama. Tal vez la forma de reunir al trío en el manicomio es una de las concesiones más cuestionables y la pieza que desentona en el rompecabezas.

De aquí en adelante queda claro que M. Night Shyamalán vuelve a sembrar un interrogante mayúsculo en lo que hace a su nivel artístico como cineasta artesanal, pero también que parece haber al menos terminado con sus propuestas mediocres de años atrás sin perder su gusto por las historias intrincadas y preparadas para sorprender a más de un espectador incauto.