Glass

Crítica de Alejandro Franco - Arlequin

No estoy seguro de que Glass sea el peor filme de M. Night Shyamalan, pero seguramente es el mas decepcionante. El tipo hizo una de las mejores películas de superhéroes de la historia – Unbreakable, en el año 2000 -, y diecisiete años después decidió empalmarlo con saliva con una de asesinos seriales que le salió bastante bien – Split, 2017 -, intercalando un fotograma de Bruce Willis / David Dunn al final del filme y anticipando un duelo épico. Como a M. Night Shyamalan le gusta fanfarronear, salió a vender la idea que el loquito de personalidades múltiples de Split estaba en uno de los borradores de Unbreakable pero que no hizo el corte final, y que ahora su renacimiento artístico (y comercial) le permitía concretar su visión de una vez por todas. Lo que me parece mas coherente es que a último momento Shyamalan puso el cameo de Willis en la secuencia post créditos de Split (para dar un golpe de efecto a lo Marvel), y se metió en el brete de tener que cocinar de apuro una historia que agrupara al super héroe, al super villano y al super asesino serial de las dos cintas anteriores en un mismo filme, concluyendo todas sus historias de manera épica. El drama con esto es que, por su manía de hacer las cosas de manera diferente (y siempre en contra de las expectativas), Glass termina generando un filme inerte, con pretensiones intelectualoides, en donde la acción y la adrenalina brillan por su ausencia.

Si hay un super villano en el filme, ese puesto le corresponde a Sarah Paulson. Su intromisión paraliza la película justo cuando Bruce Willis y James McAvoy están dándose murra, y lo sumerge en un estado de coma que dura mas de una hora y media. Supuestamente la Paulson – siquiatra brillante, encargada del manicomio local y experta en delirios de grandeza relacionados con personas que se creen superhéroes – ha estado siguiendo a Willis y McAvoy para atraparlos en el momento justo y confrontarlos con Elijah Price (Samuel L. Jackson), el genio criminal con huesos frágiles como el cristal (de ahí el título del filme), intentando convencer a los tres al mismo tiempo de que lo suyo son imaginaciones causadas por algún desorden físico o químico de su cerebro. Mientras que Jackson está catatónico debido a que lo empastillan todo el tiempo – el tipo, aún postrado en silla de ruedas y sin fuerza para nada, sigue siendo altamente peligroso por su inteligencia y su habilidad para manipular a las personas -, Willis está encadenado en una celda con unos aspersores de agua que son capaces de tumbarlo, y McAvoy tiene su propio gadget en su cuarto: una pared de luces estroboscópicas que alteran su cerebro y le hacen saltar de una personalidad a la otra (de las 24 que posee) cada vez que se activan. Lo que sigue es una serie de interminables discursos de la Paulson para convencerlos de que están chiflados, precisan tratamiento y no tienen verdaderos superpoderes.

Ciertamente la estrella del filme es McAvoy, el cual ha perfeccionado su capacidad de saltar de una personalidad a la otra en cuestión de segundos, generando una perfomance impresionante. Pero la Paulson es monótona que da miedo, los secundarios están de adorno, y el filme solo revive a los 75 minutos cuando vemos que Jackson siempre estuvo simulando estar catatónico por los medicamentos. Jackson siempre es Jackson y puede relamerse con solo diez lineas de libreto, con lo cual el pobre Bruce Willis queda relegado a un rol de relleno cuando en realidad era el héroe de la historia (!). Mientras que McAvoy quiere que la gente adore a la Bestia como si fuera un Dios (y le tenga miedo), Jackson quiere un duelo descomunal entre McAvoy y Willis, algo así como el showdown entre Doomsday y Superman – las dos criaturas mas poderosas del planeta y cuya pelea acapara la atención de los medios -. El drama es que cuando el inglés y el geronte se van a los bifes, la escena se ve patética. Si su superpoder es solo la fuerza – esta gente no vuela, no lanza rayitos laser por los ojos ni puede derribar edificios enteros con un soplido – al menos Shyamalan podría haber visto las secuencias de acción de Capitán América (u otro tipo poderoso con los pies en la tierra tipo Luke Cage) como para inspirarse. Arrancar las puertas de los autos y usarlas como escudos, o tirarle postes de la luz como jabalinas… pero no. Es todo un forcejeo ridiculo con algunos tortazos perdidos y algunos coches abollados, pero nada que te eleve la adrenalina. ¿En serio esperamos 19 años para ver este clímax?.

Pero si las expectativas son pulverizadas por la pobre puesta en escena y el incordio de la presencia avasallante de Paulson, lo peor viene al final cuando Shyamalan se manda con un chifle (alerta spoilers) diciendo que hay una sociedad de humanos que desde hace siglos se encarga de asesinar a los superhéroes para evitar que éstos tomen el control de la sociedad. Es una idea tipo Wanted – Se Busca (el comic original) en donde la liga de asesinos había matado a todos los superhéroes y por eso no veias a Superman surcando los cielos. Pero esta bomba la tira cinco minutos antes de que termine el filme, dejándote con una sensación de bronca e impotencia porque sabés que ya no hay tiempo para resolver semejante trama… y porque con la tibia repercusión de Glass difícilmente logren financiar una secuela para expandir semejante idea – y generar algún superhéroe que pueda abatir a esta liga del mal -. Eso sin contar con el decepcionante final de los tres personajes mas importantes de la historia, los cuales son despachados sin el mas mínimo miramiento (fin spoilers).

Glass es lenta, aburrida y está mal filmada. Hay buenas perfomances y algunas ideas interesantes pero, cuando esta gente tiene que irse a los bifes, Shyamalan es incapaz de filmarlo con el mas mínimo nervio. Y deja una innecesaria puerta abierta con lo cual el final es aún mas insastifactorio. Hubiera sido mejor que Shyamalan puliera el libreto un par de años mas y nos diera algo mas solido y satisfactorio porque, de todo lo que trae Glass, hay muy pocas cosas que me dejaron feliz.