Ginger & Rosa

Crítica de Hugo Fernando Sánchez - Tiempo Argentino

Una mirada de niñas en los años '60

La directora Sally Potter presenta una historia sobre la iniciación de dos chicas (Elle Fanning y Alice Englert) en plena época de la crisis de los misiles en Cuba. Una crítica a las consecuencias del amor libre en los más chicos.

Ambientada en los comienzos de la década del '60 en Londres, la última película de la realizadora inglesa Sally Potter –que alcanzó una desmedida notoriedad por Orlando (1992)– es un relato sobre la iniciación de dos jóvenes en el mundo adulto, un futuro lleno de decisiones a tomar en el contexto de la Guerra Fría, más exactamente para la época de la crisis de los misiles en Cuba y la posibilidad de una escalada nuclear entre Estados Unidos y la desaparecida Unión Soviética.
Esta amenaza, que a la distancia puede parecer exagerada pero que en ese momento era real, pauta la historia de Ginger (la extraordinaria Elle Fanning), que en plena adolescencia empieza a interesarse y a preocuparse por el estado del mundo mientras comparte sus días con Rosa (Alice Englert), su amiga inseparable con la cual vaga por la ciudad, incursiona en aventuras amorosas y se cuentan las miserias de su respectivas familias.
Mientras que Ginger asiste al derrumbe del matrimonio de sus padres, Roland y Natalie (Alessandro Nivela y Christina Hendricks), Rosa fue criada solo por su madre cuando las abandonó su padre. Es decir que ambas chicas recorren la ciudad que está cruzada por la liberación de los años '60, y la historia demuestra que no fueron tan gloriosos para algunos.
Es el contexto entonces lo que en cada minuto del film marca la conducta de los personajes, entre el crecimiento de las protagonistas, el "espíritu libre" de Roland que pronto seduce Rosa, sin reparar en el daño que le produce a su hija y al resto de su mundo afectivo –su ex esposa y los padrinos de Ginger, una pareja gay que comprende y apoya, interpretada por los sólidos Oliver Platt y Timothy Spall– y el compromiso con causas que exceden a los personajes de ese universo chico, casi provinciano, frente a la magnitud de los procesos históricos.
Con más de un punto de referencia con Todos juntos, el film del sueco Lukas Moodysson que planteaba una mirada feroz y crítica sobre las consecuencias que producían en los niños el amor libre y el compromiso político de los mayores, Sally Potter construye un relato sereno que aunque se acelera al final en un crescendo dramático esperable, deja en claro que su apuesta está al servicio de pensar las razones y las conductas de sus criaturas, una mirada humanista que evita juzgar y por el contrario, se esfuerza por comprender.