Gilda

Crítica de Nicolas Mancini - El Lado G

Es imposible imaginarse otra actriz en la piel de Gilda que no sea Natalia Oreiro. Los clichés son abatidos y el resultado final supera la conformidad.

En las canchas de River Plate o de Racing Club los hinchas entonan -un poco menos dulce que con la voz de Gilda- reversiones de Se me ha perdido un corazón o Corazón valiente. En cumpleaños de 15 y casamientos los invitados bailan al ritmo de Fuiste y Noches vacías. Tu cárcel suena constantemente en las radios, interpretada por Los enanitos verdes, y la No me arrepiento de este amor de Attaque 77 es utilizada en diferentes publicidades. La legendaria Miriam Bianchi, más conocida como Gilda, está presente -como si fuese una deidad- en cualquier momento del día. En conmemoración a los 20 años del accidente en Entre Ríos que acabó con su vida, la directora Lorena Muñoz se encargó de que esas letras invasoras de fiestas se inmortalizaran en la pantalla grande. El camino a la fama -lo que atrae una recopilación de grandes hits- de una chica fuera del prototipo se refleja en una de las biopics nacionales mejor logradas desde Tango Feroz: la leyenda de Tanguito.

El primer plano de Gilda, no me arrepiento de este amor, hace acordar -dentro de un contexto totalmente diferente- al primero de Los 8 más odiados, de Quentin Tarantino. Es extenso y el centro de atención es un Cristo crucificado. El inicio deja en claro las cosas: se saca de encima el obvio y amargado desenlace y determina la postura omnisciente de Muñoz. El final, resuelto de forma exquisita técnica y emotiva, es el producto de un rejunte de buenas decisiones. Si los polos funcionan, la inmediata impresión del largometraje conforma. Por más que el guión recaiga en clichés de las biopics musicales, hay ciertos factores en Gilda que la distinguen. Uno de ellos, el más importante, tiene nombre y apellido: Natalia Oreiro.

Cada escena musical merece una distinción aparte. El impactante parecido físico y vocal de Oreiro con la cantante se potencia con la imitación de gestos y movimientos, tanto arriba como abajo del escenario. Ni en Infancia Clandestina -al igual que Gilda, producida por Habitación 1520-, Cleopatra o Wakolda, la actriz uruguaya se lució tanto como en esta ocasión. Javier Drolas, quien interpreta a Toti Giménez, músico que descubrió y enamoró a Gilda, es otro de los consagrados. El protagonista de Medianeras pega un salto al cine comercial y aparece en escena casi tantas veces como la figura central. Al igual que Marcelo Subiotto en La luz incidente, no cumple con el fisic du rol del galán, pero la construcción de su personalidad deja en claro que, en la historia y para el personaje principal, lo es. El siempre eficiente Lautaro Delgado nuevamente es marido ficticio de Oreiro, ya que en Francia, de Adrián Caetano, también lo fue.

Si bien la directora despoja rápidamente un supuesto desenlace predecible, el accidente fatal está latente a través de “señales”. Una falsa colisión y un recorrido de luna de miel por una autopista son algunos ejemplos. Estos avisos golpean bajo y están en tono con la mística del personaje, ligada a poderes de sanación. La mano vibrante pero sensible de la directora del documental Yo no sé que me han hecho tus ojos se hace visible y es otro de los factores que diferencian al film de arquetipos de biopic musicales, como los recientes I saw the light o Nina. La elección de planos y un tratamiento fotográfico sublime -junto con La helada negra, de lo mejor del año- distinguen lo privado, lo expuesto, lo recordado y lo presagiado dentro de la historia.

La participación delante de cámara de los tres músicos sobrevivientes al accidente y el pulgar arriba de Fabricio, hijo de Gilda, sirven como aval del trabajo de investigación de Muñoz. El manejo de la intimidad de los personajes y el escudriñamiento de la porción de vida más significativa de la cantante son aire fresco cuando la historia es dominada por los clichés. La fotografía de Daniel Ortega y el sonido a cargo de Leandro De Loredo y Guillermo Beresñak también agregan esa cuota de fuerza y distinción. Personal de seguridad, miembros de la banda, fanáticos, amigos y sonidistas de Miriam Bianchi influyeron, de alguna manera u otra, en la metamorfosis de Oreiro. Si algunos “fieles” creyeron en los poderes de la encarnación y le pidieron a la actriz la cura de un caso de diabetes, quiere decir que la canonización de Gilda, de parte de Muñoz, fue todo un éxito. El film inmortaliza el ascenso eterno de una estrella de la música popular argentina, finalizado de forma abrupta por una fatalidad.