Gilda

Crítica de Emiliano Andrés Cappiello - Cinemarama

Historias Extraordinarias (Parte 2)

Debe haber pocas cosas que me interesen menos que la cumbia. Ni siquiera sé muy bien si la música de Gilda es cumbia, música tropical o bailanta, o si todos son sinónimos. Podría buscar la respuesta en internet, pero ni para eso alcanza mi nulo interés (y además me arruinaría el comienzo del texto). Sin embargo, me encontré sumamente emocionado viendo Gilda, no me arrepiento de este amor. La película de Lorena Muñoz se construye con las mejores herramientas del cine clásico, y gracias a ellas su relato se vuelve universal.

Las películas “basadas en hechos reales” suelen caer en una trampa: presumir que este dato es suficiente para atrapar al espectador, que esto le agrega una importancia inherente. Nada más lejos de la verdad. Ese dato, esa línea, es irrelevante. El cine narrativo, el arte en general, funciona o no en base a su forma, sus métodos; el origen de la historia no influye de manera alguna en su efectividad. Esas son preocupaciones para los libros de historia y los documentales, la ficción tiene otros asuntos que atender y los hechos reales le sirven en tanto se entiendan como punto de partida, nada más.

Gilda, no me arrepiento de este amor es un biopic de (spoilers) Gilda, nombre artístico de Míriam Alejandra Bianchi, cantante de enorme y fugaz popularidad que falleció en un accidente vial en 1996, a pocos años de haber comenzado su carrera musical. Tras su muerte, su figura ganó estatus de santidad entre sus seguidores, con santuarios y parafernalia incluida. Como agregado, en principio su familia no aceptó su cambio de carrera, lo que culminó en la separación de su marido. Todos estos elementos (muerte de joven, santificación, divorcio, enfermedades) podrían prestarse para un carnaval de golpes bajos y miserabilismo, devenires nada ajenos para el cine nacional.

Con inteligencia, Muñoz evita pisar ese palito y lo hace al inscribir su historia en el género del biopic, uno fuertemente codificado e instaurado en la historia del cine, con gran respeto por sus formas. El momento en que el personaje de Roly Serrano (en el mejor rol de su carrera) exclama “entonces te llamás Gilda”, deja ver la creación simple del mito con la potencia de la síntesis; eso es saber utilizar la narración clásica. Las dificultades familiares, el lado oscuro del mundo de la cumbia, los puntos más bajos de su vida; todos estos eventos son utilizados para la construcción del mundo y de su historia, sin opacar el eje central. Aunque un aura de tristeza tiñe al film como constante premonición de la tragedia final, Muñoz acierta al concentrarse en la carrera musical de Gilda para construir un relato de ascenso a la gloria que no carece de breves pero bellos momentos de goce. La actuación de Oreiro deja ver el cariño y respeto de la actriz por su personaje, sus ambiciones, angustias y alegrías siempre trabajadas desde la sonrisa y la mirada. Los momentos finales, desde el show y la canción elegida hasta el modo de narrar el accidente, cierran el film con una secuencia de enorme intensidad emocional. Si bien la película comete algunos errores (el travelling del féretro inicial es lamentable y las escenas del marido enojado se vuelven un poco repetitivas), Muñoz demuestra que comprende algo que muy pocos de sus pares locales entienden: el poder de una historia bien contada, de confiar en las imágenes y en el público, de utilizar lo mejor del clasicismo trabajado una historia que trascienda más allá de la anécdota.