Gilda

Crítica de Diego Paz - La cuarta pared

Luego de casi 15 años de intentos infructuosos con diversos realizadores y actrices para el rol protagónico, finalmente llega a la pantalla grande -de la mano de la documentalista Lorena Muñoz y la actriz y cantante Natalia Oreiro- la historia de Miriam Alejandra Bianchi, mejor conocida por todos como Gilda. Y junto al estreno, también llega la pregunta del millón: ¿el esperado film le rinde debido tributo a la popular cantante? ¿O no pasa de ser una demo mal grabada en el garage de casa?

Confieso que conocía la historia de Gilda hasta ahí nomás. Por supuesto he cantado y bailado sus temas más famosos (¿quién no?), sabía que fue Maestra Jardinera, que tuvo que remarla bastante en los inicios de su carrera musical, y por supuesto conocía el trágico desenlace en la ruta. Como notarán, tenía una noción bastante general de su vida, sin mayores detalles ni profundidad. Quizás sea por eso que me tenía tan intrigado esta película y la aguardaba con algo de ansiedad (me fascina el género de la biopic de celebridades). El otro punto que me incitaba a verla era el protagónico de Natalia Oreiro: es bien sabido que la actriz uruguaya hace aaaaaños merodeaba este proyecto con la intención de llevarlo al cine. ¿Se justificaba tanto anhelo de su parte?

El film comienza justamente por el final: el funeral de Gilda. Una pantalla negra y distintos audios de noticieros nos informan del accidente, y lo primero que vemos es un plano desde el interior del coche fúnebre, con la cámara apoyada sobre el cajón, los fans agolpándose y llorando a su ídola detrás del vidrio del vehículo. La imagen te sacude de entrada nomás, sin vueltas. La cámara entonces se eleva por encima del coche, y vemos a sus seres queridos retirando el cajón bajo la lluvia de una jornada gris. A continuación, y tras un corte directo, llega la segunda sacudida por parte de Muñoz: Miriam (aún no es Gilda) frente al espejo, seis años antes, preparándose para ir al Jardín. La vemos pálida, casi demacrada, inerte, en silencio; está prácticamente muerta en vida, presa de una realidad que no la satisface del todo, no la colma. El contraste entre su muerte rodeada de gente desconocida que la veneraba versus la vida solitaria (aún en familia) rodeada de sus seres queridos que la menospreciaban, es el primero varios aciertos por parte de la directora, que logra aportarle a la cinta un tono mucho más poético del que podríamos suponer apenas nos sentamos en la butaca. Miriam confesándose ante la puerta del baño mientras su marido se afeita; las dos imágenes casi premonitorias que nos advierten del final en la ruta; la camisa floreada que se rebela y rehúsa ocultarse bajo el delantal de maestra jardinera; la elección de la canción que cierra la película; son todos simbolismos que Lorena Muñoz despliega en una obra cargada de sentido y emoción.

GILDA, No me arrepiento de este amor es el primer largometraje de ficción de la mencionada directora, quien siempre se desempeñó en el género documental. Su carácter incisivo se demuestra en la intimidad de las escenas, en la abundancia de primeros planos, en el énfasis en las miradas y los gestos. El momento en que Myriam se presenta al casting convocado por el productor musical y tecladista Toti Giménez, por ejemplo, es visualmente exquisito: ella parada frente al micrófono, durita, con la luz que se cuela por la ventana e incide en su rostro mientras comienza tímidamente a cantar las primeras estrofas de "Paisaje"... Muñoz está documentando el nacimiento de una figura angelical y nos invita a presenciarlo en primera fila.

Y ahora sí, es momento de hablar de Natalia Oreiro. Sin dudas esta será una película bisagra en la (ya de por sí exitosísima) carrera de la actriz: pase de lo que pase de ahora en más, haga lo que haga, a partir de este momento Oreiro siempre será Gilda en el imaginario colectivo. Y bien merecido lo tiene. Luego de ver la caracterización de Nati (me siento confianzudo), el espectador abandonará la sala sin la menor duda: era la única actriz capaz de interpretar a la cantante. Más allá de sus declaraciones previas a los medios, cuando dejó bien en claro que nunca fue su intención imitar a Gilda (efectivamente no es una imitadora sino una intérprete, y acorde a eso canta con su propio timbre y tono de voz), todo lo que hace a la construcción del personaje... los gestos, el lenguaje corporal, la vestimenta, los peinados, los pasos de baile... Natalia Oreiro ES Gilda. La actriz logra construir a la figura (en su faceta como mujer, como madre y como cantante) de pies a cabeza de una manera impecable. Quizás el punto cúlmine de todo este physique du rol es cuando nos muestran la sesión de fotos realizada para la icónica portada de "Corazón Valiente", su disco más exitoso: hay un plano en particular donde la similitud física entre ambas mujeres es sencillamente asombroso.

Respecto al resto del elenco, se compone de figuras que no son comerciales o convocantes, pero todas y cada una poseen una calidad actoral indiscutida: Ángela Torres es Miriam en su niñez/adolescencia (con una escena conmovedora, además de cantar una hermosa y cálida versión de "Sólo Dios sabe", el cover de los Bee Gees); Javier Drolas es el músico, manager y confidente Toti Giménez (en una interpretación que te hace quererlo de principio a fin); Daniel Melingo y Susana Pampín son Omar y Tita, los padres de Miriam; mientras qye Roly Serrano es El Tigre Almada, el discutido mafioso empresario de la movida tropical. Dejo para el final al siempre excelente Lautaro Delgado, quien interpreta a Raúl, esposo de Gilda: un tipo machista, celoso, absorbente y prejuicioso, que en más de una ocasión parece que está a punto de cruzar esa línea de la que un hombre jamás vuelve. Delgado es un actorazo, desenvolviéndose con holgura en un rol que por momentos roza lo oscuro; debería ser más tenido en cuenta por los medios masivos a la hora de las entrevistas en la noche de estreno, en lugar de preguntarle pavadas a ciertos monigotes mediáticos (sí, les estoy tirando un palo porque lo presencié con mis propios ojos en la premiere de Kryptonita y en la de Gilda). También vale la pena mencionar la participación de los músicos de la banda que sobrevivieron al choque: Edwin Manrique, Manuel Vázquez, Danny De La Cruz y Ricardo Fuentes, a quienes se les suma Jordan Otero Larosa como su padre, el también fallecido Raúl Larosa. Todos se interpretan a ellos mismos en la banda, en un gesto que legitimará aún más la cinta ante la legión de fanáticos.

Como todo largometraje que representa una época (por más que esa época no parezca tan lejana en el tiempo), la recreación de los escenarios y el vestuario son cruciales para la construcción del verosímil. Y convengamos que los '90 tuvieron un look muuuy particular, especialmente en el ambiente bailantero. Si el diseño de producción hubiera sido inapropiado o poco convincente, le hubiera restado bastante al film; ¡no hay nada más frustrante para aquellos que vivimos una década en particular que verla mal representada en pantalla! Afortunadamente estamos ante una producción de altísima calidad, con cada elemento noventoso cuidado hasta el más mínimo detalle. Si a ello le agregamos extras como la banda sonora, con Oreiro cantando cada uno de los temas, estamos ante una producción de una magnitud pocas veces vista en la industria nacional.

Quizás lo único que "no me cerró" fue que... sentí que la película tiene unos 10 minutos de más. Promediando su duración, la historia cae en un pequeño pozo: Gilda comienza a sentirse algo insatisfecha y frustrada por los obstáculos que sigue encontrando en el mundo bailanta, mientras que los problemas de su matrimonio ya son más que evidentes y la culpa por encontrarse tantas horas distanciada de sus hijos se acumula. Aunque estos elementos son necesarios y obligatorios en el guión (escrito por la propia Muñoz junto a Tamara Viñes) para la construcción del personaje como mujer/madre/esposa/hija, la película realmente toma vuelo cuando la vemos a Oreiro en el escenario cantando y tirando pasos (aunque algunas canciones se extienden un poquito más de lo necesario); su presencia en pantalla es tan cautivante, tan atractiva y magnética, que todo se enciende y cobra vida cuando la vemos frente a un micrófono.

También confieso (y esto es exclusivamente un interés personal) que me hubiera gustado ver un poco más del lado místico en la historia de Gilda. En definitiva, sólo hay una escena donde se aborda de lleno el tema. Pero es una escena tan buena, tan sensible y emotiva, que me hubiera fascinado que Muñoz profundice un poco más, conocer su mirada al respecto y ver hacia dónde nos conducía como espectadores. Después de todo, ya lo dijo la propia cantante: "Si la música tiene el poder de hacer que la gente se cure, bienvenida sea".

Luego de mostrar a Gilda enfrentándose al rechazo y al prejuicio de su propia familia y del ambiente de la música tropical, quienes la consideraban de un estrato social totalmente ajeno a la bailanta y demasiado flaca para ser atractiva (recordemos que se trataba de un entorno por demás cosificador y despectivo hacia la mujer, con sus "bombas tucumanas" y sus "tetamantis"), la directora podría haber decidido concluir la historia en un tono mucho más solemne y triste; no por algo Gilda era conocida como "la abanderada de la bailanta", convirtiéndose en una figura referente del público femenino. Sin embargo Muñoz opta, sabiamente, por despedirla de la mejor manera, del mismo modo que eligieron recordarla cada uno de sus fans a lo largo de estos 20 años: siendo feliz arriba de un escenario.

VEREDICTO: 8.0 - NO SE VAN A ARREPENTIR (DE ESTE AMOR)

Existen films donde resulta palpable la pasión de los realizadores por el proyecto, y este claramente es uno de ellos. El amor y respeto que sienten Lorena Muñoz y Natalia Oreiro por "Gil" se percibe en cada fotograma de la película. Dejá cualquier prejuicio que tengas (a la cumbia, a la protagonista, al cine argentino) de lado y andá al cine. GILDA, No me arrepiento de este amor es una producción de primera, con una excelente dirección por parte de Muñoz y una caracterización consagratoria de Oreiro.