Ghostbusters: el legado

Crítica de Martín Chiavarino - Metacultura

Ectoplasma de los ochenta

En plan retromaniático de los ochenta, la saga de Ghostbusters regresa a la pantalla con una nueva versión que homenajea a las dos películas originales y hace a un lado a la horrenda versión del 2016 dirigida por Paul Feig, hoy utilizando todos los recursos de la nostalgia y la añoranza de la época y recurriendo a adolescentes y preadolescentes de series populares que siguen la misma línea de la retromanía.

La historia narra el derrotero de la hija de uno de los cazafantasmas fundadores, Egon Spengler, una madre soltera que tras ser desalojada por sus deudas y enterarse de la muerte de su padre, viaja junto a sus dos hijos de doce y quince años al pequeño y alejado pueblo de Summerville en Oklahoma para hacerse cargo de la sucesión de los bienes de su progenitor. En la granja abandonada en la que vivió el científico, la nieta menor, Phoebe (McKenna Grace), quien comparte con Egon su interés por la ciencia, inicia una comunicación paranormal con su abuelo, cuyo fantasma aún habita la casa. La niña descubre junto a su hermano mayor, Trevor (Finn Wolfhard), y un reciente amigo de la escuela, Podcast (Logan Kim), un chico peculiar con interés por lo paranormal, que su abuelo había descubierto que Gozer, el demonio al que los cazafantasmas habían enfrentado en la primera película, preparaba su regreso para el año 2021. Los chicos comienzan así una investigación que los lleva a una mina de selenio abandonada desde la década del cuarenta en una montaña que contiene varios petroglifos. Mientras tanto Gary Grooberson (Paul Rudd), un docente de la escuela de los chicos, comparte con Phoebe su teoría sobre los incomprensibles y constantes sismos que sufre el pueblo.

Carrie Coon interpreta aquí a una madre que ama a sus hijos pero que no puede superar el encono contra su padre por haberla abandonado cuando era niña, mientras que Paul Rudd compone a un cómico docente de una escuela pública que intenta conquistar a la madre de Phoebe y Trevor. El adolescente, por su parte, intenta salir con Lucky (Celeste O’Connor), otra púber un poco mayor que él que trabaja en un local de comida rápida, y Phoebe y Podcast inician una amistad que los conducirá a enfrentar a la nueva encarnación de Gozer.

Si en un comienzo la historia de la hija y los nietos de Egon Spengler funciona como film nostálgico luego Jason Reitman parece desquiciarse en la conclusión, acelerando innecesariamente todo para no pasarse de las dos horas de duración y creando una sensación vertiginosa en un film que hasta ese momento transcurría con otra velocidad completamente diferente. Muchas escenas del final son incluso una copia de las de la película original de Ivan Reitman, padre de Jason.

Finalmente todo el convite es una excusa para homenajear a Harold Ramis, fallecido en 2014 en una reunión de casi todo el elenco original que incluye a Dan Aykroyd, Bill Murray, Ernie Hudson, Annie Potts y hasta Sigourney Weaver en una breve escena del desenlace. Si bien no hay grandes problemas narrativos -salvo en el final- y las actuaciones son correctas, nada en el film destaca, ni siquiera la música de Rob Simonsen. Tan solo la frescura de la amistad y la personalidad de Phoebe y Podcast resaltan un poco en una propuesta que apuesta todo a sorprender con el regreso de Peter Venkman, Raymond Stantz y Winston Zeddemore a su viejo oficio de cazar fantasmas y reencontrarse con su gran enemigo, Gozer.

Ghostbusters: El Legado (Ghostbusters: Afterlife, 2021) adolece de todos los problemas de este tipo de films nostálgicos que intentan homenajear o parecerse a los originales, películas icónicas que marcaron una época y forjaron un imaginario cultural. A pesar de sus falencias, el film de Jason Reitman logra su cometido de construir una trama que remita a la película de su progenitor y el componente nostálgico funciona a la perfección, al igual que la conexión con el nuevo público adolescente e infantil al que la obra apunta. La última entrega de Ghostbusters es un film para que los fanáticos del neoclásico de 1984 y su secuela de 1989 disfruten con las nuevas generaciones y se emocionen volviendo a ver a los cazafantasmas originales y a su Cadillac destruyendo una ciudad para salvarla del Apocalipsis de un más allá a su vez interconectado con el más acá.