Ghost Rider: Espíritu de venganza

Crítica de Marisa Cariolo - CineFreaks

Calavera que chilla

Bizarro es una palabra que en su origen significaba lúcido, elegante y espléndido. Sin embargo, el ambiente cinéfilo fue resignificando el término y a través de un galicismo lo fue incluyendo en nuestro idioma como sinónimo de raro, extravagante, insólito, fuera de lo común. Pues bien, si buscáramos una manera de describir a Ghost Rider: Espíritu de Venganza sin lugar a dudas la última acepción de bizarro sería la más correcta.

En esta nueva entrega de la saga (¿?) el motociclista fantasma se encuentra recluido en un viejo taller a la espera de poder lidiar con sus propios demonios y es entonces cuando una nueva oportunidad de exorcizarlos se presenta en su vida. Un joven niño junto a su madre deben ser escoltados hasta un antiguo monasterio para ser preservados de un oscuro secreto que los persigue desde el comienzo de la vida del infante, y este secreto será justamente el que los conecte con el motociclista fantasma.

Esta nueva entrega se muestra definitivamente volcada hacia el lado bizarro, con muchas más miradas cómplices a cámara y referencias a la estética del comic. Cuenta en su elenco con el inefable Nicolas Cage (quien poco a poco se ha ido convirtiendo en sinónimo de películas poco atractivas), junto con Idris Elba el ganador del Golden Globe y protagonista de la serie de la BBC Luther y un mínimo -aunque relevante- papel de Christopher Lambert que nos sirve para confirmar que al menos sigue vivo, a pesar de no ser este producto la más interesante muestra de vida.

Lo más rescatable del film es posiblemente aquello que lo condena: el liberarse de todo formalismo y terminantemente entregarse a una estética y planteo trash que sólo podrá cautivar a los amantes de este tipo de propuestas.

Las locaciones elegidas para el rodaje también son dignas de mención dado que el set de filmación fue realizado en las áridas tierras de Rumania, donde se erigen el monasterio que servirá de refugio a la atormentada alma de Johnny Blaze.

El film también nos brinda una más acabada referencia de las razones y el modo en que el joven amante de las motos vendió su alma al diablo, y además nos revela la historia de Zarathos, el espíritu que convive dentro de su cuerpo maldito.

Los efectos de animación aplicados al motociclista también se encuentran mejor desarrollados en esta entrega, logrando algo más de espíritu en un personaje que decae por la debilidad de un guión con poca profundidad y desarrollo.

Al salir de la función de prensa un crítico decía “si la venís a ver, calavera no chilla”, sabias palabras, un film de culto... sí, de culto satánico.