Ghost Rider: Espíritu de venganza

Crítica de Diego Lerer - Clarín

Calavera no chilla

Más disparatadas aventuras con Nicolas Cage.

Hay películas flojas, películas malas, películas absurdas y películas con Nicolas Cage. Aún dentro de este subgénero, hay pocas películas como Ghost Rider: espíritu de venganza , y uno no sabe bien qué actitud tomar al respecto. Y si bien es difícil considerarla como un producto logrado, tiene momentos de absurdo y gracia que muchas mejores películas nunca ofrecerán.Decir que es una mala película divertida no sería completamente cierto, porque implicaría que es graciosa a pesar suyo, por lo mala que es. Este caso no es así: da la impresión de que tanto los realizadores como el elenco sabían lo que buscaban. Y de alguna manera lo lograron. ¿De qué otra manera alguien se atreve a poner a Nicolas Cage a orinar chorros de fuego sin suponer que el espectador lo tomará como un absurdo? La secuela es más graciosa y excesiva que la primera parte y es por eso que es más entretenida como producto. Aquí cabe de todo, lo cual en una película con Cage y sus pómulos hinchados de botox, su peinado cada vez más enrarecido y su constante transformación en el cadavérico motoquero que encarna en este filme, es casi una garantía de entretenimiento.En la secuela, nuestro antihéroe con poderes gracias a un pacto con el Diablo recibe el encargo de salvar a un niño de las manos de Roarke (Ciaran Hinds), niño que podría tener poderes y que se escapa junto a su madre (Violante Placido). Tras él van los diabólicos esbirros de Roarke, mientras Johnny Blaze trata de llevarlo hacia un monasterio donde lo salvarán de los peligros diabólicos. Compinche en esta aventura es un cura francés, alcohólico, que encarna Idris Elba ( The Wire ). Es él quien quiere llevar al niño con los monjes, cuando en realidad no sabe muy bien con qué se encontrará ahí.En manos de la dupla Neveldine/Taylor, especialistas en violentas sacudidas de cámara como bien se vio en la saga Crank, Ghost Rider 2 es un filme de acción que no intenta disimular el nivel de absurdo en el que se maneja y hace partícipe muchas veces al espectador de esa gran exageración. Una película de superhéroes con poderes maléficos, monjes misteriosos y Christopher Lambert con la cara toda escrita en medio del Este de Europa, da para cualquier tipo de desborde. Y aquí los usan casi todos. Hasta tenerlo a Cage demostrando sus fogosas habilidades con todo el cuerpo cuando se transforma en el ¿temido? Rider. ¿Qué más se puede pedir?