La vigilante del futuro. Ghost in the shell

Crítica de Alejandro Turdó - A Sala Llena

La mecanicidad del alma

¿La memoria y los recuerdos nos liberan o nos atan?¿Bajo qué criterio definimos nuestra alma?¿Qué nos define como humanos? Estas son sólo algunas de las interrogantes más abordadas por la Ciencia Ficción como género en más de un siglo de contar historias que involucran la tecnología y lo intrínseco de la naturaleza humana. La adaptación cinematográfica de La Vigilante del Futuro: Ghost in the Shell (Ghost in the Shell, 2017) -basada en la popular serie anime y el manga original- transita estos tropos con pie firme y resultados más que interesantes.

Scarlett Johansson interpreta a la Mayor Miria Killian, líder de una organización anti-terrorista de un futuro distópico. Su cuerpo fue reemplazado completamente por uno cibernético a raíz de un trágico accidente y su cerebro es el único “componente original” remanente. La elección de Johansson no estuvo ajena a la polémica, siendo elegida para interpretar a un personaje de origen asiático en su concepción original, lo cual derivó en críticas de “whitewashing” similares a las recibidas por Matt Damon y su papel en La Gran Muralla (The Great Wall, 2016). En esta ocasión el villano titular se compone de variados retazos del material previo, y es una amenaza para el mundo cibernético y corporativista planteado en la historia, hecho que pone en alerta a la Mayor Killian y su equipo.

Con referencias tanto estéticas como narrativas con reminiscencias a Blade Runner (1982), Matrix (The Matrix, 1999) y algo de Minority Report: Sentencia Previa (Minority Report, 2002), el film de Rupert Sanders es por momentos un policial, en otras ocasiones una historia de ciencia ficción pura y dura, y ocasionalmente una película que intenta profundizar en la naturaleza humana.

A pesar de una estructura narrativa con un ritmo algo desparejo, el guión de Jamien Moss y William Wheeler se las ingenia para tomar múltiples elementos del concepto original, decantando en un relato sobrio, con un tono sombrío que se vuelve la constante durante los 106 minutos de película. Scarlett logra canalizar de manera efectiva al personaje, desde su cadencia al hablar hasta su andar poseen una artificialidad totalmente asociable con las entidades robóticas. También ayuda el gran nivel de vestuario y maquillaje que dan ese look sintético a su personaje.

Con una historia que capta nuestro interés, develando detalles escena tras escena, un tratamiento estético atractivo que no agobia, y una interpretación sólida de su protagonista, La Vigilante del Futuro: Ghost in the Shell sale más que airosa del laberinto en que a veces suelen perderse las adaptaciones cinematográficas. E incluso se da el gusto de meter un poco de filosofía existencialista.