Gemelo siniestro

Crítica de Ricardo Ottone - Subjetiva

El duelo es un tema recurrente en cierto cine de terror de los últimos años. Los ejemplos son varios: El legado del diablo (2018) y Midsommar (2019) -ambas de Ari Aster-, The Babadook (2014) de Jennifer Kent, Su casa (2020) de Remi Weekes, La invitación (2015) de Karyn Kusama, El ritual (2017) y La casa oscura (2020), las dos de David Bruckner. Son varios los films donde la pérdida de un ser querido y el proceso a veces difícil, a veces imposible, de procesarla se combina con la intervención de lo siniestro, otra forma de lo innombrable. Varios de estos exponentes fueron encasillados por algunos críticos en lo que dieron en llamar “terror elevado”. No vamos a ahondar en lo pomposo de esta etiqueta, pero sí es evidente que algunas de estas películas están entre lo mejor y más original que ha dado el género recientemente y entre las que ofrecieron algunas de las ideas más interesantes. Pero, claro, todo lo que se repite en demasía se termina vaciando. En Gemelo siniestro, del finlandés Taneli Mustonen, el duelo es también disparador y sustento de la trama, pero difícilmente pueda reclamar un lugar muy destacado y más bien se sube a la tendencia en el vagón de cola.

Rachel y Anthony son una pareja norteamericana que, tras sufrir un accidente en la ruta que termina con la vida de uno de sus hijos, se muda a una casa de campo en Finlandia. De este lugar proviene la familia de Anthony y allí van a instalarse en parte para sanar las heridas que la tragedia dejó. Se llevan consigo al pequeño sobreviviente, Elliot, gemelo del fallecido, quien, una vez en su nuevo hogar, empieza a manifestar extraños comportamientos. En principio la idea de que el niño no acepta la muerte de su hermano se revela peor de lo esperado cuando ven que actúa como si este efectivamente estuviera allí con él, para luego además mostrar señales de que estaría tomando la identidad del muerto o de que este estaría tomando posesión del sobreviviente. Ninguna de las posibilidades es muy tranquilizadora. A esto se suman las advertencias de una mujer del pueblo a Rachel acerca de una supuesta conspiración ritual en el lugar, como para terminar de aportar confusión y desesperación a la ya preocupada madre.

Mustonen y su co-guionista Aleksi Hyvärinen van tomando elementos de varios subgéneros de terror no tanto como quien pretende hacer una síntesis con todo eso sino como alguien que va probando cosas sin decidirse o tirando manotazos para todos lados sin hacer pie en ninguna parte. Así van pasando, en sucesión, sugerencias o apelaciones al cine de fantasmas, de casas embrujadas, de niños malignos, de posesiones diabólicas, y hasta de horror rural con pueblerinos sospechosos de conspiración y paganismo extremo. Como si el film quisiera también subirse al tren de los rituales ancestrales del paganismo al estilo de las mencionadas Midsommar o El ritual, aprovechando el escenario escandinavo, pero sin que esto lleve tampoco a ningún lado y siendo apenas un recurso más, una vía sin salida.

Y no es que no haya algunos momentos rescatables, sobre todo visuales. El realizador Mustonen muestra buen ojo para lograr atmósferas oscuras y sugerentes sobre todo en los sueños inquietantes que envuelven a Rachel. El problema es que desaprovecha cualquier idea más o menos atractiva que pueda aparecer en un relato zigzagueante que deja la clara sensación de tratarse de un film que no sabe bien qué es lo que quiere ser. Esta deriva concluye de la manera más pedestre con una de las más decepcionantes resoluciones que un film de terror pretendidamente sobrenatural puede tomar. Lo hace después de varias vueltas de tuerca y un final que se estira hasta que cualquier atisbo de interés se disuelve en el aire.

GEMELO SINIESTRO
The Twin. Finlandia, 2022.
Dirección: Taneli Mustonen. Intérpretes: Teresa Palmer, Steven Cree, Barbara Marten, Tristan Ruggeri. Guión: Aleksi Hyvärinen, Taneli Mustonen. Fotografía: Daniel Lindholm. Música: Panu Aaltio. Edición: Aleksi Raij, Toni Tikkanen. Diseño de Producción: Tiiu-Ann Pello. Producción: Aleksi Hyvärinen. Producción Ejecutiva: Joris van Wijk. Duración: 92 minutos.