Gemelo siniestro

Crítica de Emiliano Fernández - Metacultura

El eterno íncubo circular

Gemelo Siniestro (The Twin, 2022), escrita y dirigida por el finlandés Taneli Mustonen, es un buen ejemplo no sólo de la mediocridad absoluta del cine mainstream contemporáneo de género a escala planetaria, gran parte condenado a repetir estereotipos harto quemados del acervo hollywoodense sin ningún rasgo local verdadero a nivel de la idiosincrasia nacional del equipo creativo o su sensibilidad e intereses, sino también de las cagadas que se suelen mandar los productores en materia de la distribución mundial inmediata porque en su afán ciego de monetarizar lo más rápido posible al film en cuestión terminan destruyendo sus posibilidades en taquilla -muchas o pocas, en realidad no importa- al vender la película a cualquiera que se presenta sin fijar un mínimo calendario de estrenos internacionales para que aquellos distribuidores que pretendan estrenar en salas no tengan que competir con la piratería que inmediatamente surge una vez que el producto en cuestión aparece en algún servicio de streaming de algún mercado regional, en este sentido basta con tener presente que Gemelo Siniestro llegará a los cines tradicionales en Latinoamérica aunque luego de su aparición en Shudder, un over-the-top especializado en terror y thrillers que cubre Estados Unidos, Canadá, el Reino Unido e Irlanda y que por supuesto -gracias a la miseria que nos regala nuestro capitalismo global- alimenta el querido mundo de las descargas clandestinas.

Más allá del “detalle” aludido, el producto en sí de Mustonen es bastante lamentable porque hasta su premisa de base resulta de lo más genérica e intercambiable dentro del género, hablamos del fallecimiento de un nene llamado Nathan (Tristan Ruggeri) en un accidente automovilístico y la mudanza de su familia desde Nueva York a Finlandia para que pronto su hermano gemelo, Elliot, se crea una reencarnación del finado y la madre, Rachel (Teresa Palmer), piense que algo macabro está sucediendo en el pueblito de turno porque su esposo escritor, Anthony (Steven Cree), parece formar parte de una conspiración de la que Rachel es prevenida por una anciana británica, la “oveja negra” del lugar Helen (Barbara Marten). Gemelo Siniestro por momentos parece una historia de fantasmas, en otras ocasiones gira hacia una faena de doppelgängers, después se convierte en una película sobre satanistas, tampoco deja sin tocar el horror folklórico, en algunos instantes parece querer ser un retrato de la locura, en otros juega con la posibilidad de ponerse a reflexionar acerca del luto o la pérdida en general del pivote afectivo y para colmo asimismo sigue el derrotero típico de ese suspenso de manipulación psicológica. Esta esquizofrenia lejos está de ser sinónimo de riqueza o una coctelera valiosa porque todos los ingredientes caen en saco roto ya que no existe sutileza alguna desde el tono para las etapas de transición entre los distintos núcleos.

El trabajo de Palmer es verdaderamente muy bueno, aquella intérprete de Mi Novio es un Zombie (Warm Bodies, 2013), de Jonathan Levine, Cuando las Luces se Apagan (Lights Out, 2016), de David F. Sandberg, y El Síndrome de Berlín (Berlin Syndrome, 2017), de Cate Shortland, sin embargo Mustonen es un ladrón grosero que no sabe bien qué hacer con el tema del doble malvado de El Otro (The Other, 1972), de Robert Mulligan, la literatura y la demencia escalonada símil El Resplandor (The Shining, 1980), joya de Stanley Kubrick, el purrete del averno a lo La Profecía (The Omen, 1976), de Richard Donner, la secta en las sombras y el pacto con Mefistófeles a cambio del crío de El Bebé de Rosemary (Rosemary’s Baby, 1968), de Roman Polanski, y ese terror bucólico, costumbrista y delirante que va desde El Hombre de Mimbre (The Wicker Man, 1973), de Robin Hardy, hasta Midsommar (2019), de Ari Aster, amén de la tradición de los mocosos peligrosos de La Mala Semilla (The Bad Seed, 1956), de Mervyn LeRoy, y El Pueblo de los Malditos (Village of the Damned, 1960), de Wolf Rilla, y un remate que pareciera refritar la memoria traumática selectiva de Servant (2019), la serie de Tony Basgallop y M. Night Shyamalan para Apple TV+, y aquello de andar viendo gente muerta y/ o imaginarse cosas de Sexto Sentido (The Sixth Sense, 1999), también del cineasta hindú retomando Un Suceso en el Puente de Owl Creek (An Occurrence at Owl Creek Bridge, 1890), célebre cuento de Ambrose Bierce.

En esencia Mustonen reincide en el terror porque su ultra rutinario slasher Lago Bodom (Bodom, 2016), inspirada lejanamente en los asesinatos homónimos de 1960, uno de los crímenes más enigmáticos de Finlandia, tuvo una importante repercusión internacional en términos comerciales, pero lo suyo son las comedias grasientas que reversionan lo hecho por otros realizadores, recordemos que su hit Luokkakokous (2015) fue una remake de la danesa Klassefesten (2011), de Niels Nørløv Hansen, la secuela Luokkakokous 2 (2016) reinterpretó Klassefesten 2: Begravelsen (2014), de Mikkel Serup, y La Renovación (Se Mieletön Remppa, 2020), clásica comedia de hogar refaccionado y sus muchas vicisitudes, era una remake de la noruega Norske Byggeklosser (2018), de Arild Fröhlich, a su vez una reformulación del film homónimo de 1972 de Pål Bang-Hansen aunque con pinceladas de la sueca Drömkåken (1993), de Peter Dalle, y Hogar, Dulce Hogar (The Money Pit, 1986), de Richard Benjamin, la cual estaba basada en George Washington Durmió Aquí (George Washington Slept Here, 1942), de William Keighley, y Los Blandings ya Tienen Casa (Mr. Blandings Builds His Dream House, 1948), de H.C. Potter. Gemelo Siniestro cuenta con alguna que otra escena bastante potable, especialmente aquella polanskiana del embarazo onírico de Rachel, instante en verdad tenebroso que hasta parece insinuar influencias de H.P. Lovecraft, no obstante el “eterno íncubo” circular pronto se licúa en la nada misma…