Gauguin: viaje a Tahiti

Crítica de Alina Spicoli - Estrelladas TV

En busca de inspiración

“Gauguin, viaje a Tahití” (Gauguin: Voyage de Tahitiaka, 2017) es un drama biográfico francés dirigido por Edouard Deluc, siendo éste su tercer largometraje. Escrito por Deluc, Etienne Comar, Thomas Lilti y Sarah Kaminsky, el reparto incluye a Vincent Cassel (El Cisne Negro), Tuhei Adams, Pernille Bergendorff, Teiva Monoi, Marc Barbé, entre otros.

París, 1891. El artista plástico Paul Gauguin (Vincent Cassel), cansado de ver siempre las mismas caras y objetos de Francia, decide viajar hacia la isla de Tahití para cambiar de aire y poder realizar pinturas más significativas. Aunque le insiste a su esposa Mette (Pernille Bergendorff) que luego se una a él en esta travesía y lleve a sus cinco hijos pequeños, la mujer decide no acompañarlo al no estar de acuerdo con la aventura que propone Paul. En la selva tropical, Gauguin conocerá a Tehura (Tuhei Adams), joven que mantendrá una relación amorosa con el pintor (aprobada por sus padres a pesar de la diferencia de edad) y será la protagonista de varios de sus cuadros.

Rodada en la Polinesia y luego en París, con “Gauguin, viaje a Tahití” seremos testigos de solo un tramo en la vida del artista, una etapa muy significativa que estuvo marcada por el amor, la exploración y la sencillez. Con un ritmo pausado y sereno, el filme sale airoso gracias a la interpretación de Vincent Cassel, que desde su mirada logra empatizar con el espectador a pesar de las variadas decisiones erróneas que Gauguin tomó en ese tiempo. Entristece ver cómo el trabajo de Paul, el cual disfrutaba mucho haciéndolo, para la época no tenía valor ni se le daba un poco de la atención que merecía; a la vez, el actor transmite muy bien la desesperación al quedarse sin lienzos para pintar ni dinero con el que salir a flote.

La fotografía es otro punto fuerte de la película. El cinematógrafo Pierre Cottereau nos ofrece muchos paisajes naturales donde el foco está puesto en la belleza del cielo, las cascadas, colinas y los diferentes tonos de verdes en la vegetación. Hay un buen balance entre los momentos lindos, como el disfrute de Gauguin al pintar a su amada o correr con los niños de la tribu, y los más dramáticos tales como cuando Paul sufre un ataque al corazón o se dedica a ser estibador ya que nadie se fija en su arte.

El problema de la cinta está en que no tiene un inicio, desarrollo y desenlace bien marcado, todo se maneja en una misma línea que no la hace ser una producción memorable. Algunas situaciones entre Paul y Tehura podrían haber sido más detalladas, como sí queda en evidencia la naturalización de la violencia de la mujer en ese momento; sin embargo la película constituye un buen material para los que quieren conocer la solitaria y sufrida vida de Gauguin, un hombre que, como muchos otros pintores, murió en la indigencia y solo después de su fallecimiento fue reconocido como debía.