Gauchito Gil

Crítica de Maximiliano Curcio - Revista Cultural Siete Artes

Esta nueva incursión en la gran pantalla de una figura tan icónica como la de Mamerto Gil, se convierte en el tercer abordaje que nuestra industria audiovisual ha realizado a lo largo de los últimos años, luego de la lograda adaptación de Cristian Jure y la original reformulación del mito llevada a cabo por Joaquín Pedretti.

Aquí, bajo la dirección del correntino Fernando del Castillo, se nos relata la historia de un soldado que se resiste a seguir peleando en el frente de combate. Reclutado para la guerra de la Triple Alianza, desertó y fue perseguido; siendo este asedio político el hecho que lo convierte en un proscrito de la ley. El ídolo popular está encarnado por el actor y director Roberto Vallejos, de destacada trayectoria teatral (dirigió “Las 20 y 25” sobre la figura de Eva Perón y televisiva (co-protagonizó para Netflix la miniserie biográfica sobre Carlos Tévez); tamaño desafío de dotar de carnadura y profundidad a un auténtico objeto de devoción popular argentino.

La figura del Gauchito Gil porta los misterios de una muerte injusta, acaso la historia personal que trama su posterior legado se convierte en tal desde la premonición que Gil da a su propio verdugo. El disparador dramático de su primer milagro forja el aura mística de un bandido rural que reniega de su condición. Más allá ciertas elecciones narrativas y estéticas cuestionables que privan de mayor vuelo creativo a la obra al momento de trasladar a la gran pantalla semejante legado, es indudable que los orígenes del realizador contribuyen a la inquietud con la que plasma su propuesta: conoce la esencia del folclore popular que, de generación en generación, narró la historia de un hombre simple, noble a sus ideales e injustamente perseguido.