Gallero

Crítica de Juan Pablo Russo - EscribiendoCine

Riña en el infierno

Gallero (2008) es una película sumamente contemplativa que, con claras influencias del director mexicano Carlos Reygadas, construye un mundo enigmático en donde dos personajes entablan una relación amorosa casi de manera obsesiva y absurda.

Mario (Gustavo Almada) cría gallos de riña y hace una que otra changa para subsistir. Mario cae a trabajar en casa de Julia (Silvia Zerbini), una mujer mucho mayor que él. Julia ha perdido toda su familia en un accidente y se encuentra en el mismo estado de soledad por la que atraviesa Mario. Ambos, a partir de ese encuentro casual, se descubrirán el uno al otro logrando romper con el tiempo que los separa, entregándose de manera desgarradora y abrupta el uno al otro.

Sergio Mazza (El amarillo, 2006) nos propone, en ésta su segunda película, una historia despojada de artificios y diálogos, donde toda la fuerza narrativa se encuentra en las imágenes. Para lograrlo se acompaña del director de fotografía Mauricio Riccio, quien a través de la utilización de una imagen estilizada y contrastante con la realidad, logra atemporalizar el relato sacándolo de su cauce natural, para mostrarlo fuera de tiempo y espacio.

Otro de los recursos utilizados por el director para lograr un casi perfecto estilo visual, es el de centralizar la imagen. Cada encuadre –generalmente utiliza planos generales- se asemeja a una fotografía donde puede apreciarse cada uno de los estados de los implicados, a pesar de su tosquedad y su aparente inexpresividad es en estos momentos, en los que con una simple toma general se logra transmitir lo que sienten a través de la cámara, que actúa como un tercer personaje voyeur.

En Batalla en el Cielo (2005) y Japón (2002), Carlos Reygadas mostraba casi de manera sistemática como a pesar de carecer de belleza dos personas podían hacer el amor y mostrarlo cinematográficamente como si se tratara de poesía en su estado más bruto, gracias a un uso refinado de la imagen y la marcación de un director que sabía lo que quería. Sergio Mazza se nutre de estos mismos elementos y convierte lo que podría ser chabacano y de mal gusto en imágenes desgarradoras y melodramáticas.

En Gallero las palabras sobran, basta sólo contemplar las imágenes para descubrir como dos personajes olvidados y fuera de todo sistema pueden encontrarse el uno al otro y vivir, a su manera, una historia de amor. Un film plasmado de una belleza tan absoluta como enigmática.