Gabor

Crítica de Pablo E. Arahuete - CineFreaks

Ver sin mirar

A veces los insondables caminos del documental confluyen en insospechadas relaciones entre las personas pero existe una energía que emana de la capacidad de proyectar los sueños que hace que las fronteras de lo imposible acorten esa distancia infinita, siempre que la pasión y las ganas de superarse permanezcan intactas. Si ese espíritu, que hace de la incerteza un camino más que una meta a conseguir, es el motor de un proyecto, por más descabellado que resulte su planteo el primer objetivo ya está cumplido: concebir algo que en apariencia resulta irrealizable y llevarlo a la práctica para hacerlo posible.

Podría decirse que el azar en el caso particular de este documental facilitó la unión entre el realizador argentino, radicado desde el 2001 en España, Sebastián Alfie y el director de fotografía húngaro -también radicado en España- Gabor Bene, pero en realidad fue el cine y la pasión –además de su condición de expatriados- lo que hizo factible un encuentro entre ambos.

El pretexto –siempre hay uno- fue el alquiler de equipos para filmar en el altiplano un cortometraje institucional de una organización que ayuda a personas que han perdido la vista a recuperarla con operaciones de alto costo pero financiados desde la organización. Para Alfie entonces contar con la colaboración de un director de fotografía, quien hace diez años dejó de ver producto de un glaucoma avanzado y que contrajo mientras trabajaba en el Amazonas, implicó por un lado el desafío de preguntarse si se puede filmar sin ver y por otro el aprendizaje a partir del particular modo de trabajar junto a una persona no vidente en un escenario desconocido y a contrarreloj.

La particularidad del documental Gabor, ya desde el título es palpable sobre quién gira la película y desde quién se proyectan las preguntas o reflexiones, consiste en el despojo de la mirada a partir del preconcepto sobre la discapacidad o esa idiosincrasia institucional que invisibiliza al discapacitado dentro de la sociedad bajo eufemismos como personas con capacidades diferentes. Esa confrontación o choque conceptual permite al director cruzar la primera barrera para aproximarse desde la honestidad, la intuición y la experiencia a una realidad mucho más rica y compleja como la que atraviesa Gabor Bene, quien por ejemplo se atreve a preguntar cuál sería el salario para un director de fotografía ciego y responde irónicamente la mitad o el doble.

Sin embargo, más allá de la historia de auto superación del húngaro que forma parte de una de las líneas narrativas de este relato en primera persona existen otras aristas más interesantes que hacen al enriquecimiento de la mirada y corresponden a los modos de representación y en un segundo plano al propio abordaje de la realidad desde la subjetividad del cine y de una cámara. Ese proceso, que atraviesa Sebastián Alfie en una dicotomía entre sujeto y objeto de estudio en el mejor sentido del término, también se traduce en el propio rodaje del cortometraje cuando confrontan enfoques sobre una misma realidad: la ceguera y sus limitaciones.

Gabor es un film que tiene el mérito de condensar la idea de pequeña familia que se construye en un proyecto cinematográfico al mostrar todos los procesos positivos y negativos de un rodaje junto a la irracionalidad que conlleva dejarse guiar por un deseo siempre que esa pasión no se disfrace de auto compasión o algo similar, credenciales lo suficientemente atractivas para convocar al público a una experiencia cinematográfica conmovedora que nos enseña que se puede ver sin mirar.