Furia de titanes

Crítica de Emiliano Fernández - CineFreaks

Sobre la erosión del Olimpo

Todos aquellos que conozcan la carrera del legendario Ray Harryhausen sabrán que Furia de titanes (Clash of the Titans, 1981) fue su última película como diseñador de efectos especiales. Imitado en innumerables ocasiones a partir de su obra maestra Jasón y los argonautas (Jason and the Argonauts, 1963), el norteamericano es un referente fundamental para comprender hasta dónde puede llegar el cine en términos visuales: sus aportes al campo técnico abarcan un puñado de títulos por década y están sustentados en una bellísima animación en stop motion y una rigurosidad de marcado corte artesanal.

La presente remake de Louis Leterrier debe ser leída desde dos perspectivas casi opuestas. Por un lado queda claro que un Hollywood carente de ideas pretendía una suerte de “actualización formal” de aquel broche de oro, volcando la balanza hacia la acción más pochoclera. Pero tampoco podemos dejar de señalar que la estructura narrativa continúa siendo la misma y que el director solicitó inútilmente la colaboración de Harryhausen, por lo que el film a pesar de su levedad e inconsistencia también funciona como un homenaje cariñoso al que quizás sea el mayor especialista en FX de la historia del séptimo arte.

Esto es así al punto de que regresan motivos centrales como los escorpiones gigantes, los caballos alados, Medusa y el monstruo Kraken. La ensalada de mitos está a la orden del día: Perseo (Sam Worthington), hijo bastardo del todopoderoso Zeus (Liam Neeson), ve morir a su familia humana en manos de Hades (Ralph Fiennes), hermano resentido de éste último. Mientras que los habitantes de Argos se rebelan contra los dioses, el joven encuentra la excusa para su anhelada venganza: Hades, amparado por Zeus, promete liberar al Kraken para destruir la ciudad si antes no sacrifican a la princesa Andrómeda (Alexa Davalos).

En esta oportunidad el relato deja de lado la vertiente romántica y vuelca sus energías en el viaje de Perseo en pos de hallar un modo de matar al engendro devastador (aquí el eje de la trama es la represalia y no el amor). La única novedad pasa por la introducción del personaje de Io (Gemma Arterton), el “ángel guardián” del atribulado protagonista. Si bien los CGI resultan despampanantes y la fotografía de Peter Menzies Jr. es muy atractiva, en conjunto faltan secuencias de acción que oculten la ineptitud de un guión paupérrimo; plagado de situaciones trilladas, diálogos estériles y personajes varios sin desarrollo alguno.

Viniendo de Leterrier llama la atención que la propuesta no llegue a mejor puerto: aunque El transportador (The Transporter, 2002) y El transportador 2 (Transporter 2, 2005) apenas si obtenían el visto bueno, Danny the Dog (2005) y Hulk: el hombre increíble (The Incredible Hulk, 2008) en cambio fueron productos entretenidos y con una interesante base conceptual, valorables dentro de un panorama mainstream de escasos recursos estilísticos. En tanto proyecto “clase B” con millones de dólares encima, el film conserva algo del encanto del original; sin embargo este Olimpo muestra signos irrevocables de erosión…