Furia de titanes

Crítica de Daniel Santos - La Voz del Interior

¡Por Zeus! ¡Qué aburrimiento!

En la película, el semidios Perseo debe luchar contra hombres, dioses, monstruos y guionistas

A priori, Furia de titanes podría entenderse como una película que sólo tiene por objeto entretener. Bueno, no lo hace muy bien. A esta altura, no importa si no respeta la película de 1981 que pretende versionar ni si es fiel al mito griego de Perseo, pero sí que durante casi dos horas el filme cae en momentos soporíferos, pretenciosos, escenas de cierto romanticismo barato, como si el Dios del Aburrimiento se hubiese colado en el Olimpo.

Más allá de la sutileza de que el monstruoso Kraken y el semidiós Perseo pertenecen a distintas mitologías (si en Gladiador entregaban panfletos cuando no había nacido ni el tatarabuelo de Johannes Gutenberg, ¿por qué acá no se podría cambiar la historia?), la película de acción y reacción deja demasiados flancos libres: eso, incluso en una batalla mitológica, es un suicidio.

El 3D tampoco ayuda. Las escenas más vertiginosas de acción se diluyen en ese juego de profundidades que permite la nueva tecnología, y el espectador termina perdiéndose detalles en lugar de sumar realismo al asunto.
Volvamos. La historia es simple: a Perseo lo abandonan en alta mar siendo un bebé, hijo bastardo de Zeus, quien quiso castigar al rey Acrisio embarazando a su esposa (en la mitología, Danae era en realidad su hija). Lo crían unos pescadores, que finalmente sucumben ante Hades, dios desterrado al Inframundo, enceguecido por la rebelión de los humanos.

Así nace su deseo de venganza contra los Dioses, que va en sintonía con la decisión de la humanidad que quiere rebelarse y convertir a la tierra en centro de su universo. Perseo se pone al frente, sin red de pescador pero con espada y escudo, de una aventura sin respiro. En el desierto, contra escorpiones gigantescos, contra la Medusa que te mira y te convierte en piedra, contra el Kraken que quiere destruir toda la ciudad de Argos, contra Hades, contra las brujas de un solo ojo.
Perseo se la juega por los humanos, se enamora de la semidiosa Io (la chica, por cierto, una diosa), se planta en medio de una guerra entre el bien y el mal, entre cielo, tierra e infierno, por venganza.

El filme no se sostiene desde el argumento, más allá de que intenta suplir esa inconsistencia con escenas de acción, por momentos tediosas (los escorpiones gigantes no paran de aparecer), con algunas pinceladas de humor intrascendente, con personajes que parecen malas copias de la fauna de cualquier Harry Potter.

De todos modos, parece una película destinada a un público de preadolescentes poco exigentes, que quizás podrían disfrutarla.