Furia de titanes 2

Crítica de Diego Curubeto - Ámbito Financiero

Aventura mitológica al gusto adolescente

Esta nueva aventura mitológica funciona mucho mejor que su predecesora. Básicamente porque los efectos digitales y el tono solemne de la «Furia de titanes» modelo siglo XXI no podía competir con la superproducción con la que se despidió del cine el maestro de los efectos especiales Ray Harryhausen. Y, por otro lado, Liam Neeson no podía competir con un elenco encabezado por el mismísimo Laurence Olivier.

Pero en esta nueva «Wrath of the Titans» no hay nada que comparar, ya que se trata de una secuela con una premisa argumental propia, Cronos ha convencido a Hades y a Ares para que secuestren a Zeus y le quiten sus poderes, y así volver a dominar la Tierra con sus huestes de demonios. Plan que por supuesto debe desbaratar Perseo, el hijo mitad humano de Zeus, con la ayuda de Andrómeda y de Agenor, el hijo mitad humano de Neptuno, .

El director de «Batalla Los Angeles», y de la precuela de «La Masacre de Texas», Jonathan Liebesman, logra darle carácter a esta historia mitológica poco ortodoxa pero llena de imágenes fantásticas dignas del precio de una entrada al cine. Hay demonios gigantes con dos cabezas que lanzan fuego, una isla habitada por cíclopes, soldados demonios con doble torso y, por supuesto, un minotauro (en un laberinto móvil totalmente demente que da lugar a una de las mejores secuencias de la película).

Las peleas son realmente fuertes, en especial las batallas a nivel épico entre las tropas de Andrómeda (esta vez, una muy eficaz Rosamund Pike); y los demonios de Cronos están diseñadas para utilizar a tope el 3D, igual que la visión del infierno: el espectador siempre cree que debería estar esquivando una roca, lanza o brasa encendida que parece que se le viene a la cabeza. Liam Neeson es un Zeus tan caritativo y humanista que casi podria convertirse al cristianismo, pero como deidades paganas funcionan mejor el Hades que compone Ralph Fiennes y, sobre todo, el terrible Ares interpretado por Edgar Ramírez.

EL humor indispensable en una película de aventuras fantásticas corre por cuenta de Tobby Kebbel, que se roba casi cada escena en la que aparece como el hijo de Neptuno, mientras que el Perseo de Sam Worthington se limita a poner cara de héroe de superacción y no mucho más. Con sus limitaciones, los efectos especiales y las visiones fantásticas de esta superproducción pueden hacer de este infierno el séptimo cielo de un espectador adolescente.