Fuga de la Patagonia

Crítica de Rosana López - Fancinema

CARTOGRAFIAS SALVAJES

Encontrar un film como Fuga de la Patagonia en el Festival Internacional de Cine en Mar del Plata fue una grata sorpresa y que la propuesta se vuelque a salas comerciales aún más. Que producciones nacionales de género pueden ser llevadas a cabo con cierta grandeza y con excelente narrativa sin envidiar a la maquinaria hollywoodense tiene un doble valor.

Por un lado, Fuga de la Patagonia profundiza sobre el western épico, poco explotado a nivel nacional, aunque recordemos la lograda Aballay (2011), de Fernando Spiner, y la elogiable Jauja (2014), con Viggo Mortesen, bajo la dirección de Lisandro Alonso. Por otro, cuenta un suceso histórico y real con un ritmo vertiginoso y secuencias encadenadas que ofrecen un máximo entretenimiento. El cine nacional no nos tiene acostumbrados a este tipo de lecturas novedosas, preponderando el drama y los diálogos acartonados.

El debut de Javier Zeballos y Francisco D’Eufemia fue una revelación dentro de la Competencia Nacional del Festival, a partir de su relato sobre el escape en 1879 vivido por el explorador y cartógrafo Francisco Moreno -interpretado por un desconocido pero correcto Pablo Ragoni- cuando es acusado por el pueblo mapuche de espionaje gubernamental y por ello, condenado a muerte. Allí comienza toda la epopeya, que incluye un escape por los rápidos ríos de Bariloche, en una secuencia excelentemente filmada con steadycam (arnés al cuerpo) y cámara en mano, que le otorgan un realismo puro, ligereza y un clima de frenesí, donde asombran los ángulos conseguidos. Este pasaje recuerda a la maravillosa Deliverance (1972) donde un grupo de amigos disfrutaban inocentemente de navegar en rafting antes que aquel cañón sea dinamitado.

Volviendo un poco a la historia, es destacable la fotografía natural alcanzada por un experimentado Lucio Bonelli (Todos tenemos un plan, Fase 7), que nos deja disfrutar con planos generales la belleza autóctona de los diferentes paisajes sureños. Paisajes que buscan ser escondites ideales para Moreno, perseguido por su propio ahijado mapuche pero también por los cazafortunas de la zona. Con el fin de llegar a un fortín cercano a la zona fronteriza con Chile que lo salvaguarde de la “barbarie”, huye acompañado a caballo, a pie y en balsa.

El film también ofrece dos cosmovisiones opuestas de un mismo territorio: la del hombre de ciencia o letras, y las propias del pueblo originario. Uno regido en creencias de dioses vinculados a la naturaleza proveedora; otro con el racionalismo en boga y un catolicismo que presentaba sus primeros indicios de crisis. Una clásica dicotomía estudiada en el secundario y en algunos textos universitarios y que persiste en nuestros días. Tal vez, Fuga de la Patagonia pierda el peso autobiográfico puntillista de films de este estilo y busque una libre versión, pero lo que es imposible de negar es el dinamismo y el entretenimiento visual que ofrece. De hecho, recuerda en su estilo a películas como El renacido, de Alejandro González Iñárritu, donde el juego del gato y el ratón también se ve absorbido por diferentes paisajes andinos.

Lo elogiable de Fuga en la Patagonia es que no busca la mirada aleccionadora o manipuladora de una clase sobre otra, sino que sólo se limita a la supervivencia del hombre “blanco” en tierras “salvajes”. Tierras que serían parte del exterminio aberrante impuesto en el gobierno de Julio Argentino Roca a principios del Siglo XX, gracias a las delimitaciones que supo hacer Francisco Moreno. ¿Estaremos ante un film que busca develar las verdaderas intenciones del progresismo de la época para los espectadores actuales? ¿O se trata de romper el mito de héroe en los hombres que formaron la Nación desde una “inocente” delimitación de territorio, como la encomendada a Moreno?

Por ser arriesgada y tener espalda para contar un suceso de estas características con una narrativa diferente, este film merece su visionado. Ayuda la participación de un reparto actoral no reconocido pero con alto nivel de interpretación que hace pensar a la crítica que no todo se limita a Ricardo Darín y Leonardo Sbaraglia, actores ya demasiado sobrevaluados internacionalmente. De ahí en más queda en el gusto del espectador despreciarla o regocijarse con un producto profesional de primera línea.