Fuga de la Patagonia

Crítica de Rodolfo Bella - La Capital

La guerra de los mundos

A diferencia de un western en el que el héroe solitario viene a restablecer el orden, en “Fuga de la Patagonia” el protagonista es parte involuntaria del conflicto. El protagonista es Francisco Moreno, enviado a esa parte del país por el gobierno del general Roca para cartografiar el territorio. Moreno se ganó la confianza de una de las tribus mapuche y fue padrino de Francisco, uno de los hijos del cacique, pero en algún momento fue acusado de espiar para Roca y sentenciado a muerte. La película de Javier Zeballos y Francisco D’Eufemia recrea uno de los diarios de Moreno en el que relata la fuga de esa condena.

   En 1879, año en que transcurre la película, la Campaña del Desierto recién comenzaba. Moreno era además un naturalista y espectador privilegiado de un mundo que estaba a punto de desaparecer, aunque él, según la película, no lo supiese. Uno de los aciertos de esta ópera prima es que no emite juicios, expone los hechos y pone hacia el final cierta mirada romántica y redentora.

   Rodada en escenarios naturales, con partes habladas en mapuche, el filme conserva el suspenso hasta los últimos minutos. Película de diálogos por momentos demasiado extensos pero necesarios para encuadrar el contexto histórico, el filme contrapone las aparentemente buenas intenciones de Moreno -”que la zona se desarrolle, que llegue la educación y que ellos (los indios) sean parte de eso”, dice el personaje- con la evidencia de que las cosas tal vez no sean como él cree. Quizás su trabajo como cartógrafo sea utilizado por el gobierno para cercar a los indios. Así lo sorprende un soldado cuando le cuenta que desertó porque “los soldados le están tomando el gusto a la sangre”.