Fuga de la Patagonia

Crítica de Luly Calbosa - A Sala Llena

El desierto no se conquista

Estamos ante la ópera prima de los directores Javier Zevallos y Francisco D´Eufemia, que debutan tras lograr la aceptación del público marplatense en la reciente edición del Festival Internacional de Cine de Mar del Plata. Fuga de la Patagonia, como anticipa su título narra un capítulo oscuro y triste de la historia nacional: la mal llamada Campaña de la Conquista del Desierto, con sus graves consecuencias y secuelas en materia política y sociocultural. Lejos de ser un desierto y un lugar a conquistar, estaba habitado por pueblos originarios.

El guión es fiel al relato del joven explorador y cartógrafo Francisco “Perito” Moreno (Pablo Ragoni), quien cuenta cómo en 1879, mientras comandaba una expedición por la Patagonia, es capturado por el Cacique Consejero de una tribu Mapuche, Valentín Sayhueque, que lo sentencia a muerte, acusándolo de espía y traidor a la patria. La trama gira en torno a cómo esta tribu mapuche lleva adelante la persecución del joven por el hijo del Cacique, el mapuche Francisco Sayhuegue (Gustavo Rodríguez), mientras pivotea con un Moreno que durante seis días se enfrenta a sobrevivir los inminentes peligros de los bosques sureños, capturados a la perfección por la cámara de Lucio Bonelli con juegos de travellings y mucha steadicam. Así, los realizadores a medida que avanzan los minutos, enfatizan miradas adversas que coexisten sobre -y en un- mismo territorio: la del explorador que, en su afán de descubrir tierras por el sólo hecho de curiosear, traza mapas que luego servirán de guía a los militares para aniquilar a los mapuches; la de los cuatreros que buscan sacar provecho de lo que puedan, y la de los pueblos nativos u originarios que desean permanecer viviendo allí en paz. Este último hecho, pese a que los directores remarcan hasta el cansancio que su intención no fue juzgar la historia ni hacer una bajada de línea, intenta al final del film reivindicar -un poco- su figura, citando que no comandaba los ejércitos ni traiciona a los mapuches, sino que este personaje histórico (y a la vez, polémico) también es idolatrado por muchos amantes del medio ambiente, ya que aportó a la preservación de los parques nacionales, los cuales también fundó -razón por la cual hoy llevan su nombre gravado-. Sin embargo, las escenas marcan a las claras la existencia de un conflicto sociopolítico, y que gracias a los mapas de Moreno fue posible la Conquista del Desierto durante la presidencia de Julio Argentino Roca, que literalmente “Aniquiló a los indios que afloraban en la Patagonia”.

Si hay algo para destacar de esta ópera prima es el plano artístico. Resulta interesante ver una película de acción enmarcada en los ríos y montañas del norte patagónico. Tanto la música de Ariel Polenta como las locaciones en escenarios naturales y deslumbrantes dieron en la tecla para la construcción de climas. Es su conjunción, la que levanta con eficacia la poca creatividad del relato, cuya narración por momentos remite a películas como El Renacido (The Revenant, 2015), de Alejandro González Iñárritu, y Jauja (2014), de Lisandro Alonso. En estos casos, donde se presentan hechos históricos, si se quiere cuasidocumentales, debe afinar aún más el lápiz y mirar con lupa todos los detalles que la conforman. Aquí, los elementos de utilería y el vestuario, lejos de ser un problema, contextualizaron efectivamente la época y enfatizaron la historia: el armamento de los indios, el hombre blanco que debe llegar al fortín con el objetivo de salvarse, la balsa donde navegan -construida para la ocasión- y los caballos tradicionales para las trilladas escenas de persecuciones, vistas hasta el cansancio en westerns. En contrapartida, algo para mejorar es la elección del elenco. Se incluyeron actores mapuches para reflejar dicha cultura a través de lo físico (los rasgos, sus rostros), pero a nivel actoral esto perdió objetividad y naturalidad. Quisieron innovar y perdieron de vista que la inclusión de algunos diálogos en idioma mapuche en personajes de rudos hombres de acción y, por lo general, pocas palabras, son innecesarios. Las actuaciones de estos nativos, en lugar de generar un tono épico, le quitaron naturalidad y credibilidad.

Fuga de la Patagonia no es más que una buena idea con historias fascinantes, pero esta primera ficción de Francisco D’Eufemia y Javier Zeballos no consigue ir a buen puerto. Hay veces que no sólo basta con tener todos los elementos de un western sino ver un horizonte más allá de la acción y la aventura física, y recae en el melodrama del hombre en peligro atrapado en un territorio desconocido. Apunta a simplemente sobrevivir y, quizás, hubiese sido bueno ahondar a reflexionar sobre la visión de este personaje emblemático.