Fuga de la Patagonia

Crítica de Fernando Sandro - El Espectador Avezado

Nacido en Buenos Aires a mediados del Siglo XIX, la figura de Francisco Pascasio Moreno fue fundamental para lo que hoy conocemos como el territorio de nuestro país.
Científico geógrafo, pasó a la historia, entre otros hechos, por sus expediciones a lo que hoy conocemos como Patagonia en las que contribuyó a la delimitación cartográfica, no sin generar más de una controversia.
Tamaña figura eligieron Javier Zeballos y Francisco D’Eufemia para su debut en el mundo del largometraje de ficción. Ficción, por supuesto, con peso en la realidad, Fuga de la Patagonia llega para descubrir al fílmico una parte de nuestra historia que no ha sido muy retratada dentro del ámbito audiovisual.
Un western, un tono que nos hace acordar a algunas películas de tradición gauchesca de nuestro cine, y mucho rigor técnico para presentarnos a Francisco Moreno (Pablo Ragone) huyendo junto a un colega y un lugareño, balsa mediante de la sentencia de muerte impuesta por el Consejo Mapuche, tras considerarlo un espía del gobierno que los estaba hostigando (y que posteriormente arrasaría en la sucesivas Campañas al Desierto).
La historia de Fuga de la Patagonia prescinde de un fuerte arraigo histórico, no pareciera estar hecha con un manual en mano. Se concentra en narrar un hecho puntual, un instante dentro de un acontecimiento mucho más grande y tremendo.
Quizás este apartado dentro de un contexto mayor pueda ser visto por los detractores como falta de rigor histórico, no brindando la suficiente información al espectador.
Es que Zeballos y D’Eufemia en realidad narran una película de aventuras, utilizan una placa para ubicarnos en época, y de ahí a la acción de la fuga que da título. Una aventura en la que no parecen haber buenos y malos, sino actos justificados de ambos bandos; y una figura como la protagónica que linda entre los dos polos.
Como contrafigura de Moreno, el hijo del Cacique, que le debe gran parte de su formación; pero ahora obedece las órdenes de salir a su caza.
Con una gran fotografía que aprovecha los impactantes escenarios naturales, la película se ve con ojos maravillados, influenciado también por una lograda recreación de época que no cae en regodeos.
Si el presupuesto no fue abultado, los recursos son aprovechados correctamente haciendo lucir a film mucho más grande de lo que es.
Un ritmo no del todo parejo – que encuentra su buen tono recién a la mitad – acrecentado por algunos diálogos que tienden a estancarse (repito, sobre todo en el primer tramo), recienten mínimamente el resultado de un film que apuesta por algo diferente y sin lugar a dudas sale ganando.