Frozen, una aventura congelada

Crítica de Juan Pablo Ferré - A Sala Llena

Clásica y moderna

Reinas, princesas, príncipes, castillos, animales parlantes (o casi), un bufón bien gracioso y villanos llenos de maldad. Todos los elementos están a la orden del día para que Disney nos entregue otra de sus historias clásicas. Sin embargo, así como Pixar nos brindó hace poco en Valiente una heroína más moderna, la empresa del ratón más famoso también acomodó su historia dándole un par de vueltas de tuerca a los tópicos tradicionales. Es como si hubiera tomado nota del video que se viralizó en los últimos meses en donde una niña acusaba a las princesas de Disney de ser “unas boludas” que esperaban a que su príncipe las salvara en vez de tomar la sartén por el mango.

Frozen: Una Aventura Congelada cuenta la historia de Elsa, la futura reina de Arendelle, y su hermana Anna. Elsa tiene el desafortunado poder mágico de congelar todo lo que toca y por eso se ha distanciado de su hermana. El día de la coronación, Elsa provoca por accidente que todo el pueblo se congele y Arendelle deba sufrir un invierno eterno. Empecinada en alejarse de Anna para no lastimarla, la Reina escapa a las montañas y su pequeña hermana hará todo lo posible por encontrarla y deshacer el hechizo de hielo. En el camino, conocerá a Kristoff -un vendedor ambulante bastante gruñón-, a Sven -su simpático reno- y a Olaf -un muñeco de nieve algo tontuelo, pero de gran corazón-.