Freaky: este cuerpo está para matar

Crítica de Rodrigo Seijas - Funcinema

COMEDIA A FONDO, SLASHER A MEDIAS

Desde su planteo, Freaky: este cuerpo está para matar generaba expectativas positivas. Es que la idea de utilizar la premisa básica de Un viernes de locos (el intercambio de cuerpos entre personas totalmente opuestas) pero aplicada al subgénero del slasher era retorcida como divertida. Y encima, la vuelta de tuerca argumental era simple pero efectiva: una joven bastante tímida llamada Millie (Kathryn Newton) que, de forma un tanto azarosa y a través de un cuchillo mágico, intercambia su cuerpo con el de un asesino serial, descubriendo luego que tiene tan solo 24 horas para impedir que el cambio sea permanente. Si a eso le sumamos la presencia de Vince Vaughn en el doble papel de homicida y chica en el cuerpo equivocado, las esperanzas se redoblaban.

Ahora bien, ¿Freaky está a la altura de lo esperado? No realmente, aunque no deje de tener elementos interesantes. Y eso que el director y co-guionista Christopher Landon ya había demostrado que podía reconvertir conceptos de la comedia aplicados al slasher de forma efectiva en Feliz día de tu muerte. Lo cierto es que la apuesta a la comedia pasada por el filtro del terror es llevada a fondo, aunque funciona mucho mejor el primer aspecto que el segundo. En esa construcción de mixturas genéricas, el eslabón más débil es claramente el asesino, un personaje excesivamente imperturbable, de gestos minimalistas y sin matices: es como un Michael Myers desdibujado por la exhibición de su rostro, sin mucha inventiva a la hora de asesinar y que no llega realmente a atemorizar.

Donde Freaky pisa mucho más fuerte es en la comedia, en buena medida gracias a un Vaughn que por momentos se hace un festín con la dualidad que le permite su papel. A él se suman Celeste O´Connor y Misha Osherovich como Nya y Josh, los dos mejores amigos de Millie, con los cuales arma un trío que arma varias secuencias hilarantes, en las que la complicidad funciona de manera inmejorable. Asimismo, hay que reconocerle a Landon la voluntad por poner en crisis algunas convenciones y jugar con la incomodidad sin dejar de respetar a los protagonistas: hay por ejemplo una escena romántica donde las barreras identitarias y sexuales se desdibujan de forma muy productiva, interpelando incluso al espectador y sus prejuicios.

Sin embargo, la película no llega a amalgamar apropiadamente las superficies genéricas que maneja y hacer que se retroalimenten fluidamente. En cierto modo, le pasa algo similar a varias comedias de acción que construyen buenos chistes y situaciones cómicas, pero fallan a la hora de montar secuencias de alto impacto. Freaky exhibe cariño y respeto por el slasher, pero no un conocimiento profundo que le permita reconfigurar sus códigos para que interactúen y potencien la comedia. Por eso se queda un poco a mitad de camino en sus objetivos y no llega a explotar todo su potencial, lo que constituye una ligera decepción.