Franzie

Crítica de Diego Lerer - Clarín

Encuentros cercanos del primer tipo

La opera prima de Alejandra Marino, protagonizada por Mimí Ardú y Enrique Liporace, se centra en la relación de una mujer con una enfermedad terminal y un hombre casado.

Películas como Franzie dejan a las claras que hacer cine es una cuestión que excede la suma de sus partes constitutivas. Uno podría decir que, salvo alguna excepción, los actores no están mal. También se podría agregar que el guión tiene apuntes interesantes y que los personajes no están mal construidos. Y así seguir, detalle por detalle, hasta llegar a un número redondo pero imposible de la matemática cinematográfica: si sus elementos funcionan, el todo debería hacerlo también.

Bueno, no es así. Y este caso lo prueba casi desde lo esencial: es una película sin película o una suma de partes que nunca constituyen un todo. Hay escenas, momentos, alguna frase, pero la película nunca se construye, nunca cobra vida, no respira. Transcurre, deriva, avanza, como por inercia.

Franzie , dirigida por Alejandra Marino, cuenta la historia de una mujer que guarda en relativo secreto que está enferma y que le queda poco tiempo de vida. Encarnada por Mimí Ardú, Franzie es una mujer que no se deja del todo derrotar por su enfermedad, pero que también la usa, en raras maneras, cuando le conviene.

Emmanuel (Enrique Liporace) es un escritor frustrado que trabaja como corrector, que espera un hijo, y que se topa en su vida con Franzie. Una propuesta, un intercambio, acaso una confusión, llevan a que ambos se relacionen y generan una extraña forma de intimidad, que fluctúa entre la amistad, el fastidio y algo inexplicable que podría llegar a ser otra cosa. O no.

En el medio circula de aquí para allá la madre de Franzie (Norma Pons), mujer con problemas mentales, cuya sola presencia desequilibra toda la ya de por sì bastante frágil estructura del relato.

Y así Franzie transcurre, sin prisas, por más de 90 minutos que no logran capturar del todo la atención del espectador. Hay cierta dureza en la puesta en escena que hace que la mayoría de las situaciones, por más armadas y originales que puedan parecer en el papel, no resistan ni siquiera el tiempo que duran. Es una película forzada, trabajosa, trabada, y así hasta sus potenciales buenos momentos quedan enredados en medio de la difícil y complicada tarea que es hacer cine.