Frantz

Crítica de Beatriz Molinari - La Voz del Interior

Sobre las pérdidas irreparables

En la nueva película de François Ozon, después de la Primera Guerra Mundial, hombres y naciones lamen sus heridas e intentan salir adelante.

François Ozon no simplifica los conflictos que elige para filmar. En Frantz ofrece una obra de tiempo detenido, para narrar un drama ambientado en la primera posguerra europea. En 1919, en un pueblo alemán, las heridas están todavía abiertas, por eso la sola alusión a los franceses provoca dolor y rabia.

Anna esperó en vano a su prometido Frantz, que quedó en una fosa común en territorio francés. La joven (Paula Beer) cumple diariamente el ritual de colocar flores y limpiar la tumba destinada a su amor. Los padres del muchacho (Marie Gruber y Ernst Stötzner) la han adoptado como una viuda antes de cumplir el sueño de casarse. Entonces llega Adrien (Pierre Niney), el francés que dice haber conocido a Frantz.

La película de Ozon gira en torno a la conciencia individual de un soldado que cumplió una misión colectiva. El registro de la película en blanco y negro invoca un tiempo lejano pero también acerca el drama íntimo de cada personaje que llora su pérdida.

Los padres y Anna abren la puerta de su corazón a Adrien y reconstruyen todo lo que Frantz amó. A su vez, el viajero cuenta cómo vivió el muchacho el arte y la alegría de París antes de la guerra. La historia, de repente, deja de ser una cadena de causas y efectos, sueños truncos y recuerdos. Después de una confesión del francés, Anna será la encargada de reescribir la memoria.
Ozon es tan hábil que seduce al espectador contemporáneo llevándolo por motivos fallidos. Siempre la historia está en otra parte.

Es soberbia la actuación de Paula Beer como la chica alemana que no puede sonreír. El director la rodea de una puesta que fotografía la naturaleza indiferente a todo, en contraposición con unas pocas imágenes en el campo de batalla. La austeridad del pueblo remite a tiempos difíciles, mientras Beer expresa el conflicto interior de una mujer protectora de la memoria necesaria.

Ozon toma cada personaje con piedad en un tiempo despiadado. Además, ofrece una mirada humanista en medio de la muerte, al señalar la responsabilidad de los padres que alientan a sus jóvenes a luchar en la guerra. La pérdida sostiene el relato. Y sólo en algunos momentos aparece el color, como la irrupción de otro nivel de conciencia.